jueves, 14 de junio de 2012

Perpetua soledad


Mas fortuita que buscada la soledad casi siempre se nos presenta, y es preciso aprender a convivir con ella por que más tarde o mas temprano suele golpear nuestra puerta.
Edén de los ermitaños y misántropos esquivos a la muchedumbres y a las falsas apariencias, adictos a sus placeres y a sus inmensidades eternas, esos seres extraños que por ahí se pasean, cansados de contemplar las barbaries que a nuestra civilización acechan, y nuestras pantomimas acostumbradas de las gastadas comedias.
Amparo ante las malas compañías, innata o adquirida su condición manifiesta, a veces sosiego del vértigo incansable que impone la selva moderna.
Nuestro instinto gregario la combate como su enemiga acérrima, construyendo las ciudades o creando sus banderas, pero ella siempre sobrevive tenaz e implacable a los embistes sociales que nunca la amedrentan, porque también sabe que dentro nuestro se alimenta con frecuencia.
Dispuestas las soledades a escuchar nuestras dudas y nuestras quejas, pidiendo solo a cambio pequeños tributos y efímeras treguas, hasta a veces por las calles caminando nos conversan, siempre ocurrentes y sinceras, no como nuestra sociabilidad correcta.
Amiga de los locos, en el poder siempre se acrecienta, duerme en los pasillos de los hospitales y en la barra de los bares siempre se echa una siesta.
La neurosis de las ciudades la contamina a veces indefensa, plácida en los pueblos pequeños y en la pluma de los poetas que buscan las musas que la acompañan y que a veces la cortejan.
Nunca le agrada que el tedio ocupe su huerta, porque adquiere ese carácter nocivo y desesperado del que huimos a sabiendas que próxima esta la angustia y siempre es mala consejera.
Nuestras viejas soledades que viajaban en cubierta, ahora viajan en aviones, entre teléfonos y pantallas que destellan, en este viaje incierto de esta esfera que cuelga, solos o acompañados, nuestra eterna pregunta,  nuestro gran ancestral dilema.

miércoles, 13 de junio de 2012

La virtud del desencanto

Tan humano como la ilusión que acuna la esperanza es el desencanto. Tenue, intenso, expuesto o escondido recala en nuestras vidas, desde los ojos taciturnos del niño hasta el hablar pausado del anciano.
Nace de los desengaños, de las impúdicas promesas desmedidas hacia los crédulos y los incautos, de todas las quimeras rotas, de contemplar al tropel obstinado y del haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. De nuestras inherentes contradicciones y nuestros egos desmesurados que siempre buscan su espejo y no dan el paso al costado, repitiendo los mismos errores que desde las cuevas arrastramos.
Corteja a poetas y escritores oscuros, a perdedores y a borrachos, su halo lúcido advierte a los deslices del optimismo desenfadado, respetado por el que entre el entusiasmo y la cautela camina en este antiguo teatro, buscando la dicha sosegada y el  humilde recato.
Deja huellas y lecciones, no es propicio esconderlo o ningunearlo, es parte de nuestra aventura humana, y de tercos es negarlo, nos hace sagaces y prudentes y la ingenuidad huye al divisarlo.
Camarada  del viajero experiente, del que ha leído y del que con necios ha lidiado, como también del que con abulia habitual explora las muecas de los títeres en este viejo tinglado.
Pernicioso, los poderosos lo ocultan, el político no lo quiere a su lado, amigo de la sutil ironía y del humor pensado, carretera secundaria para el bondadoso y el desorientado.
De mala reputación no se exhibe en vitrinas, la dulce victoria y la gloria lo prefieren anestesiado. Viejo ángel maldito que de cualquier paraíso es expulsado, espera entre sombras en alguna esquina como si fuese un dios pagano. Enseña a la ventura paciencia y a potenciar el disfrute que nos causa el fugaz encanto.

martes, 12 de junio de 2012

Duda eterna


La madre incertimubre las crea, desde la menor hereje de una gran certeza, hasta  la cotidiana, o la filosófica, la duda esta presente a lo largo de nuestras vidas individuales, culturas, pueblos y civilizaciones, en definitiva nos acompaña siempre como especie.
Las tuvo Colon, Darwin, Galileo o Napoleón y para bien o para mal han contribuido a forjar las decisiones de nuestra evolución histórica y nuestros procesos científicos.
Desde las mas jóvenes y tenaces del adolescente, hasta las del anciano amaestradas al llegar al final del trayecto, las dudas se aderezan a la ensalada de la vida, sin ninguna contraindicación, haciendo caso omiso a cualquier dieta.
Se cuelan en nuestras certidumbres y creencias fluctuando sus formas y tamaños muriendo en una nueva temporal evidencia, nunca apartándose con carácter definitivo, porque nosotros somos la pared y ella la hiedra.
Apearse de ella también puede significar menospreciar algún beneficio, tampoco es menester anclarse definitivamente en ella, sin embargo escuchar sus tenues voces o sus desesperados gritos siempre nos altera la conciencia, procurando así con nuevas decisiones extinguirla siempre en vano ya que atañe a nuestras vicisitudes que pueblan nuestras frágiles supervivencias.
Crea conflictos y soluciones, acorrala predicadores y desenmascara falsos profetas, no es amiga del rebaño obstinado en alguna ceguera, permaneciendo siempre dispuesta a jugar sus cartas en esta partida maltrecha.
Se filtra en los detectives y en los doctores, en los sacerdotes y en los puretas, tanto sumida en la razón como en la locura, en las supersticiones y en la ciencia.
Son incansables obreras del gran enigma que es nuestra colmena, ejército de avatares que a las verdades absolutas le presentarán una nueva guerra.

lunes, 11 de junio de 2012

El ingenio chiflado


Me apetece recordarlos, tal vez por que sus comienzos coinciden con la gran depresión del 29 encontrando un paralelismo con los tiempos que vivimos hoy, desde luego desdeñando aspectos políticos y económicos de los cuales soy ignorante, más abocado a refugiarme y explorar los rasgos de la condición humana, en este caso el humor,  necesario bálsamo que los 3 chiflados supieron plasmar magistralmente haciendo gala de un delirio sublime siempre explosivo e hilarante.
Moe, Curly y Shemp de orígenes judíos alternaron con Larry en lo que fue su formación más clásica, aunque después se agrego creo que Joe, si mal no recuerdo su nombre en su etapas finales junto con alguno más, anodinos y con escasa gracia.
En la cima del absurdo era donde más cómodo se situaban, aprendices buscavidas que nunca paraban, entre torpezas, golpes y ese desparpajo al que siempre se encomendaban, avenidos transgresores en este mundo violento, en esta comedia absurda de la realidad, de la cual con ingenio, astucia y su habitual excelencia siempre se burlaban.
De inusual violencia, no escatimaban en golpes, piquetes de ojos, trompadas, explosiones, humo y tartas que siempre volaban.
Atemporales, vanguardistas comediantes de raza, geniales locos cotidianos que impasible a ninguno dejaban, tal vez no hubieron mejores, ni en guiones o libretos, ni en sus expresiones geniales que con aspavientos gestuales siempre desplegaban.
Hoy les rindo tributo por tantas carcajadas gastadas, por tantos momentos vividos, como incondicional fan igual que mi abuela a quien también deleitaban, en esta crisis del 29 moderna de cinismo desmesurado creada por despreciables chiflados deformados,  hoy anhelo aquella sin razón genial de los verdaderos chiflados, Moe, Curly, Larry y Shemp, maestros del humor, del escarnio a la realidad, a los protocolos y a los bailes de la aristocracia.
Aquellos bienaventurados  profetas del humor y del descaro, reyes de la desobediencia maldita,   estrategas punzantes del  sarcasmo hacia nuestras formas y nuestras mascaras.

Pequeño Sherlock


Conocí a Matías realmente en mi segundo viaje, con su camiseta de Escocia y esos ojos levemente rasgados e inmensos se aproximo a darme un beso. Su mirada curiosa me observaba desde el trayecto que recorrimos desde al aeropuerto hasta su casa, respondiendo con su esencial simpatía prudente y contenida, a mis relatos de nuestros anteriores encuentros cibernéticos, cautivados mutuamente por aquel fantástico Trivia Mundo, didáctico entretenimiento al que nos abocábamos.
Mi espíritu de cabra que no claudica con el tiempo supo confiar en las positivas sensaciones que me produjeron nuestro primer encuentro, tal vez sea ese poder inmenso que tiene la simpatía innata de las personas luminosas, tan necesarias en este valle de goces y tormentos, ese poder que aún Matías desconoce y que difcilmente se cambia, por mas mellas de las rutinas diarias y la crueldad de los relojes que nunca descansan.
Nuestra complicidad fue casi siempre espontánea, demasiado merito para nuestra escasa experiencia previa a través de una pantalla, medalla que reservo para él, por ese temperamento particular que sus morenos ojos tiernos delatan.
No necesité muchos días para sumergirme en esa especie de algarabía que su infante espíritu desplegaba, matizado siempre por ese afán detectivesco que nunca se apagaba, como el de un pequeño hurón en un bosque en cualquier hora señalada.
Masculinas aficiones mutuas compartimos entre la playa y su casa, pequeñas competiciones que nos montábamos, entre risas, difusas reglas y mucha trampas.
Su ingenio observador apenas reposa, y sus agudas impresiones siempre motivaban  diálogos de perspicacia, nunca exentos de las bromas que ya a su corta edad intuía como necesarias.
Los libros de aventuras sus noches deleitan, antes de apagar esa luz que siempre le cuesta, a cambio imponía su ineludible condición de dejar la puerta abierta, esos miedos a mundos oscuros tan intrínsecos que solo así apacigua.
Recreado en el espectáculo deportivo como mesurado aficionado, siempre alejado por educación y por precoz convencimiento del acéfalo fanatismo del que por suerte también se burla, supimos disfrutar de eventos con ese regocijo neutro que más de un adulto no atesora.
Siempre ansioso por sugerir alternativas o por elucubrar alguna hipótesis alocada, como  un pequeño Sherlock Holmes que a destajo trabaja, abusador incansable de toda mi confianza, inviable su dosificación en solo un mes, así tuvo que ser rápidamente gastada por la proximidad del nuevo avión que nos esperaba.
Y así transcurrió mi mes, habiendo ganado un nuevo compinche, inteligente, pícaro, inquieto observador, y de una bondad aplicada, como nuestra primera impresión, la misma del aeropuerto, esa que al final tenia razón y no me fallaba.

sábado, 9 de junio de 2012

Canal 17


Todas las tardes después del colegio Julia llega con prisa a la casa de los abuelos, es tan guapa como peculiar y su anhelo vespertino nunca pierde intensidad, más dispuesta a embelesarse en el mundo singular de los dibujos animados que a merendar, se abstrae con sus amigos de la tarde, guateque evasivo, calmante rutina que la hace deleitar.
Sus ojos hermosos se resisten a pestañear por su afán de mirar cada detalle de las aventuras que sus colegas van a sortear, universo cromático y musical, de personajes jactanciosos de la impoluta amistad. Animales que hablan en ese mundo irreal, y frente al canal 17 ella como todas las tardes apegada al sofá.
Animaciones del futuro, más sofisticadas que la que mi infancia supo mostrar, atmósferas trepidantes de ingenio, astucia y felicidad.
Y allí Julia contemplando su predilecto canal, apenas mirando la mesa, donde yace la merienda que todas las tardes a la casa de sus abuelos va a tomar.
Es misteriosa y brillante, se concentra en sus pinturas y es lectora voraz con signos aún  por desvelar, tiene un enérgico carácter que suele a veces manifestar, tronando sus gritos me aturden si le intento cambiar el canal.
Su espíritu creativo parece siempre decantarse mas próximo a la fantasía que la suele cautivar, ese hemisferio que prevalece en los artistas tan necesario en esta vida, más elevado que nos hace sublimar, no exenta de precios que como otros niños al crecer debe pagar, pequeñas reticencias sociales aun por superar.
Yo la espero e intuyo integrando esos seres extraños que nos hacen la vida más original, rompiendo nuestras monotonías sumidas en ese mediocre hastío que nutre la realidad vulgar.
Y allí el canal 17, con sus destellos, su música, cangrejos y esponjas que hablan debajo del mar, inundan la tarde de Julia, su fiel seguidora, esa leal defensora que nunca los va a abandonar.

La provechosa infancia, esa patria de la que todos nos tuvimos que exiliar, en la adultez adusta de mascaras y formas que solemos por costumbre respetar, mientras buscamos nuestro canal 17, ese que hace los días brillar.


viernes, 8 de junio de 2012

Avenida melancolía


Tiene algo la melancolía complejo de descifrar, desde mi ignorancia mas supina intento comprenderla sin abocarme desde luego a las cuestiones psíquicas o meramente científicas, sino desde mi experiencia personal procurando un análisis mas domestico o coloquial, no descartando bucear en su profundidad.
Provocada por el paso del tiempo, las añoranzas, las distancias o el simple atardecer de un cielo rojo crepuscular, siempre aparece en algún momento puntual, acaso nociva si adquiere un estado permanente, siempre beneficiosa en los aspectos creativos y en el gozo temporal.
Se filtra en ella la alegría, desde luego no invadiéndola ni llegándola a conquistar, que con su leve impacto la hace diferente a la tristeza, de la que todos procuramos escapar.
Reina en los aeropuertos, en los pueblos pequeños de montaña y de mar, mas difuminada en ciudades le cede el cetro a la soledad, es amiga de los poetas, compañera de los emigrantes y las canciones la suelen buscar.
En gestos precisos se encuentra, no siempre muy perceptible adopta un carácter discreto, advirtiéndose en los ojos del extravío, y en esporádicos viajes del recuerdo de la dicha y el bienestar, tiempos mejores o idealizados que buscamos a través de ella en vano capturar
Sumirse en ella no es naufragar, sino reflejar los aspectos sensibles de esas emociones que nos recuerdan endebles y toda nuestra ternura que a veces nuestra cultura nos induce a olvidar.
En el insomnio de la noche la solemos encontrar, o en el olor que deja la lluvia cuando comienza a escampar, en infantes melodías de cuna, en la mirada de los ancianos, en el calor de las madres, en las flores del campo, y en los ojos del perro cuando lo solemos acariciar.
Compañera de viaje hasta el final,  no conoce de clases ni religión o moral, en los otoños de la vida se suele obstinar,  no excluyendo ninguna época, cultura o edad.
Asidua en los bares, los trenes y en el ruido del mar, es vieja navegante y peregrina hacia ningún lugar, no desprecio su sutileza, siempre agradezco su sublime compañía discreta, sincera y fugaz.

jueves, 7 de junio de 2012

La mentira domesticada


Si hay algo que nos caracteriza como especie desde nuestros albores hasta hoy es la mentira. Desde nuestros primeros pasos hasta el lecho de nuestro hálito final, nos acompaña en todos sus tonos y variedades en este gran escenario terrenal esperando su turno pacientemente.
A veces mentimos por compasion, mentimos por obligación , por costumbre y en ocasiones por placer. Desde la más piadosa hasta la que más insidia conlleva, la mentira siempre nos acompaña, es pudorosa a ser mal exhibida, y nos impone siempre un buen uso de sus formas. Es reacia a su malgasto permanente y más amiga de raciones comedidas, siempre a sabiendas que avara y sagaz puede llegar lejos en la comedia de la vida. 
Prefiere asentarse entre bambalinas no desdeñando las cámaras y los focos, versátil condición que ha mantenido a lo largo de la historia en las culturas,  las familias,  las naciones y los imperios.
Desde el impaciente llanto del niño, a la astucia exacerbada del psicópata más extremo, la encontramos dispuesta a ofrecernos los múltiples colores de su caleidoscopio.
El engaño la camufla, tanto el propio como el ajeno, siendo el accesorio mas común y acostumbrado que le conocemos, aunque no el único.
Pocas veces la verdad la necesita para sostener sus cimientos, otras se mezclan confundidas con sus glorias y tormentos, así como también la mentira le pide a la verdad un crédito.
Simbióticas cabalgan en nuestros fueros internos, en estas mil caras del primate moderno afanoso siempre de ocultarlas, condición esencial para su ansiada armonía y sosiego.
Continuándo habituados a su presencia hasta en los sueños, tributamos su gloria en las ficciones y en los cuentos, empeñados en conseguir realidades paralelas de este mundo atroz, apelamos a ella por vicio, por necesidad y por sustento.
Como pez en el agua en el lenguaje que proviene del pensamiento, siempre incómoda en nuestros ojos y en nuestros gestos, viaja en trenes y aviones, en nuestras soledades y deseos, pidiendo solo a cambio discreción, permitiéndonos recorrer sus laberintos y explorar sus misterios.

miércoles, 6 de junio de 2012

El orwelliano matiz

Aquella larga temporada en la recepción del hotel me obligaba al necesario deleite de la lectura que mitigaba las horas nocturnas a veces tediosas y detenidas, después de que el repertorio veraniego habitual de los músicos cesaba en el salón central.

Los últimos despreocupados turistas apuraban sus copas en la barra del bar a la hora de cerrar, dando paso a la calma y a esa intrigante quietud que solo en la noche parece reinar.

Y así, aquel verano me mantuve abocado a saldar asignaturas pendientes de autores y novelas, los libros no leídos, las mentes que deje de indagar.
Hoy quería recordar a uno en especial, largamente postergado por mí desde épocas juveniles, cuando descubrí aquel “Animals” de Pink Floyd disco que rendía tributo a aquella sutil denuncia contra el totalitarismo y el uso desmedido del poder que fue “Rebelión en la granja”.

La distopía magistral que supo narrar en 1984 profetizando un mundo no muy distante del que vivimos en la actualidad lo situaron como en un autor de culto, ideal para outsiders, espíritus rebeldes y desencantados en general, casi indispensable para dogmáticos apegados a ideologías, incautos conejillos de indias, y victimas de la manipulación emocional en general, como también para esa masa a conquistar por los interesados flautistas de turno de cualquier lugar.

Es casi imposible permanecer indolente después de leerlo, logrando siempre un efecto disuasorio que acrecienta la sana e irremediable desconfianza hacia el poder, sus vericuetos y todo lo que allí se guisa, algo tan viejo como el hombre mismo, pero tratado por Orwell con una clarividencia peculiar.

Su aguda mirada se encarga de ahondar en la retórica, y mostrarnos los designios que buscan acrecentar el control de sumisos adeptos, procurando mantenerlos siempre con sus miradas fijas en un árbol, pero alejados del bosque que deberían explorar.

Lo presiento necesario en los institutos destinados a jóvenes en sus etapas formativas, para estimular su engranaje racional, sus maquinas de pensar, disminuyendo así sus acentuadas confusiones emocionales siempre propensas a mitificar, aunque tal vez sea una utopía pretender exhibirles las mentiras del doble pensar que Orwell supo muy bien desenmascarar y a pocos pueda convenir o interesar.

En este mundo sombrío actual, de execrable vigilancia de los mercaderes simulando a aquel omnipresente "gran  hermano", donde sus serviles empleados se obstinan  en entretener a lo que queda del alienado rebaño, quizás no esté de más recordarlo, y aunque sea un siglo más pragmático y pagano, se agradece esa lúcida batalla que Orwell libró en pos de reducir la ingenuidad, el fanatismo ciego y contribuir como pocos a el pensamiento crítico e independiente en general.


martes, 5 de junio de 2012

El norte, Rocío y una estrella fugaz

Fue aquel verano del 2004 si mal no recuerdo, que decidimos viajar hacia León a pasar una semana para encontrarnos con la Tia Rocío en la casa familiar de Matueca.
Huyendo de un apremiante calor mediterráneo, y de los destellos de calor africano que lo acentuaban cogimos un tren hacia la estación de Francia, y allí otro que nos sumió en 8 horas de viaje matizadas por las revistas de psicología a las cuales se aficionaba Alejandra y aquel "Up" plagado de armoniosas atmósferas, agradables y prolíficas del siempre genial Peter Gabriel.
Llegando cansados a la ciudad señorial, nos dispusimos a tomar el autobús que nos llevara a Matueca, apacible pueblo solitario de la rivera del rio Torío, poblado por escasos sobrevivientes que como cada verano recibían las visitas de familiares y algun foráneo, apetentes de desconexión del hormigón y el trajín que impone la ciudad.
Allí Rocío recién llegada de Estocolmo, nos aguardaba para iniciar una semana plagada de relax, paseos por el río y de conversaciones con la tía que por momentos solían ser un elixir para el alma y el intelecto.
Médica ya retirada, que nunca expone su condición, por pudor y conocimiento de que una persona nunca es un titulo, ni una profesión. De sutil ironía y cauteloso sarcasmo, ávida de intercambio con cualquier parroquiano casual, aunque más reticente a los compromisos y protocolos mundanos.
De perimidas utopías que poblaron su pasado, de bondades desmedidas y jocosas picardías anunciadas, desarrolla un pensamiento pragmático no muy apto para mezquinos o fanáticos, aunque nunca exento de cualquier alocada idea casual que se le venga a la mente.
Aquellos fueron 7 días intensos aprovechados al máximo, las visitas a León con sus paseos por el barrio "El húmedo", la contemplación del legado Gaudiano en la ciudad y a esa increíble y fastuosa catedral, joya gótica y emblema de la ciudad.
Un coche alquilado nos permitió los otros días recorrer la provincia, las hoces de Vegacervera, y Valporquero un pueblo situado a 1900 mts de altitud, con la despreocupada y torpe broma de un leve toque a la campana de la ermita que anunciaba nuestra presencia en el lugar.
Después las fascinantes cuevas de Valporquero escenario que acogió a diversas películas de ciencia ficción, siendo una de las mas destacadas "Viaje al centro de la tierra" basada en la novela de aquel genial y profético vanguardista que fue Verne. 
Conducidos por un guía local las recorrimos entre las estalagmitas y estalactitas, acompañados por el relato de este erudito geólogo que la tía Rocio osó cuestionar mediante alguna pregunta incómoda poniendo en tela de juicio lo expuesto por él, ante una disimulada, nerviosa e incrédula mueca nuestra, contenida para no transformase en sonrisa. 
Al otro dia bocadillos a la catalana, fruta y zumos preparados a primera hora matinal, fue la antesala del viaje hacia los Picos de Europa en Asturias, casi 600 kms entre ida y vuelta, transcurridos entre montañas, Covadonga y sus lagos, los valles y aquellas diminutas villas perdidas como milagrosas odas de soledad. Y así continuamos deslumbrados por la belleza del norte de España, amenizados por algún esporádico relato, casi siempre ocurrente de Rocío, o sus concernientes cuestiones del árbol genealógico que a veces solía citar. 
La última noche despues de cenar, fuimos hacia el puente de piedra sobre la vía del tren, para contemplar la noche y una estrella fugaz puso el broche final a aquel viaje balsámico, placentero y cargado de vaporosa intensidad que siempre nos apetecerá recordar. 

lunes, 4 de junio de 2012

Cristos digítales

Si hay dos cosas que contaminan estos mares de las redes sociales son las frases hechas y los panfletos, no hace falta ahondar en su busqueda, campean a sus anchas y uno se puede topar a cualquier hora con uno de ellos.

Aliados al pensamiento lineal conforman un tridente vigoroso, armas indispensables que esos pequeños Robespierres de sófa no escatiman en usar, en esas retóricas bienpensantes a modo de alegato que suelen desplegar, pretendiendo así explicar la complejidad intrínseca del ser humano, haciendo gala de una simplicidad casi ominosa y una siempre intachable y excelsa moral.
Cansinos y recogiendo siempre para sus molinos, suelen darla lata , mas educados en las certezas de la credulidad infantil que en los beneficios de las dudas y los cuestionamientos del desencanto, cabalgan como decadentes Quijotes en sus lugares comunes aburriendo al personal.

Dicotómicos, de pensamiento binario rehúsan beber las fuentes del pensamiento abstracto y las bondades de lo ecléctico, igual que un niño rechaza un amargo jarabe que por su bien debe de tomar.

Adoptan un fanatismo pocas veces sútil, y un pudor ostentoso que las ruindades ajenas nunca pueden contaminar, réplicas diminutas de otros profetas, esos mesías de barro que no dudan un ápice en citar.
Y así van explicándonos con sus frases hechas la condición humana, con sus anacronismos, anclados en sus obviedades, con una presunción ilusoria de originalidad, en este complejo siglo donde todo gira a una velocidad sideral.

Desprejuiciados y tolerantes están siempre dispuestos a cambiar el mundo de los demas, el mundo en general, apetentes a destajo de la revolución total, aunque siempre la ajena, no se si la propia en la hora de la verdad.

Van con recato al hablar del precio a pagar, del ruin dinero y del avatar, son esos cristos modernos que a toda hora podemos escuchar, pequeños mártires digitales, guías de luz del teclado, la pantalla y el celular.

sábado, 2 de junio de 2012

Los geriátricos


Templos de desesperación, antesalas del ataúd que espera, cárceles figuradas donde la muerte se pasea, ninguneando sin compasión nuestras glorias inciertas, reinando en los pasillos silenciosa donde siempre paciente espera.

Conocedora de este absurdo, con esa sutil soberbia que le da su fehaciente triunfo ante cualquier noche desierta, mientras nosotros nos apuramos abocados en nuestras faenas.
Luego la vida y otro día comienza, en repetidas rutinas diarias, de blancos uniformes plagados de hastío escatológico, de este negocio que algunos pocos regentan, y en esos rostros nuestros errores, nuestros aciertos y nuestras miserias, que no pueden soslayar aquel destino final que nos iguala y que nos recuerda como frágiles seres de vanidades etéreas, expuestos a los avatares de nuestra condición y existencia.

En las camas los veo, con miradas extraviadas hacia el nubloso pasado que anhelan, señales futuras que a todos nos esperan, nosotros que olvidamos el presente, tanto o mas que nuestra levedad endémica. Y allí los veo, con sus signos acentuados de la personalidad de la vejez expuesta , la impotencia, el desconsuelo y la sin razón de esa agonía prolongada que nuestra cultura sustenta, con humor desesperado y esa gloriosa y catártica insolencia, imprescindible a la hora de que ya todo poco importa y nada se acrecienta.

La loable vocación del personal, a veces extinta por el sistema que los inserta, pilares insufribles de la árdua tarea, mas carne de cañón de esta enajenada selva, de esta civilización enferma.

Todo lo resume el geriátrico, que junto a los hospitales,a veces de lo que mas enseñan, aunque posterguemos sus visitas y escondamos su presencia, destinos casi obligados de nuestra condición incierta, recordarlos no es en vano para recordar nuestros problemas, a veces magnificados, pero que siempre nos apremian, buscando pues el sosiego que nos alivia y nos templa.

Por que al final de los pasillos la muerte siempre paciente espera, con la lección ineludible que a veces olvidamos, nosotros simples mortales, en nuestras eternas guerras, disimulando los miedos y soledades, que nuestra presunción y orgullo no ahuyentan.

La abuela Carola

Díscola, entrañable, inefable, de gran corazón, sarcástica, hábil declarante y mejor comediante, amante incondicional de Bette Davis, Anthony Quinn, Gregory Peck, Paul Newman y toda la edad dorada de Hollywood, devota de cuanta serie y triller policial y de western había en la vuelta, apreciaba el cine épico, confesa simpatizante de Peñarol, consideraba "macaco" al Negro Rada, aborrecía a Hugo de León y tildaba de prostituta a Susana Giménez.
Políticamente incorrecta, ex batllista, pasada luego a lo que hoy se considera "la izquierda", acérrima detractora de Sanguinetti y de alguno más que no recuerdo.
Compartíamos los 3 chiflados casi como una religión, aquellos geniales y vanguardistas comediantes que nos hacían reír a brazo partido.
Era una luchadora infatigable, ávida de vida, cariñosa, simpática y querida por el barrio. Un diminuto sol con genes de cabra que también herede, acostumbraba a imitar los personajes públicos que no eran de su agrado, con un histrionismo hilarante con el único fin de ridiculizarlos. De herencia italiana aún recuerdo su cocina, compañera y cómplice.
Así era mi abuela, me han hecho acordar a las abuelas, tal vez sean los verdaderos sostenes de la familia moderna occidental, pero mas allá de eso, nos han dejado una huella imposible de borrar.



viernes, 1 de junio de 2012

La colonia Berro

Despues de cursos formativos impartidos por psiquiatras, psicólogos y demás profesionales avezados a estudiar la psiquis y las conductas humanas quedamos seleccionados para integrar el nuevo personal de educadores de la colonia Berro.
Tres veces por semana, esperábamos con Walter a las 5 de la mañana la camioneta que nos trasladaría a un universo mas propio del Dante, el de una pintura del Bosco o de la mas oscura novela de Faulkner que el de la realidad misma, esa realidad que nos costaba entender, interpretar o digerir, tal vez y por fortuna, por que eramos sapos de otro pozo.
Y asi viajabamos hasta Suarez a 20 kms de Montevideo, entre personajes grotescos escuchando historias de motines pasados, contadas con el mismo entusiasmo con el que una persona normal relata una novela leída o un viaje realizado, procurando tapar con música aquel lenguaje burdo aunque en vano los gestos simiescos.
Cruzabámos al llegar el porton semi herrumbrado hacia los hogares por el camino de tierra, despuntando el alba, en medio de la nada, los pajáros cantando simulaban una alegoría de la libertad, esa misma que por 12 horas íbamos a perder junto a los presos.
Entres ruidos de rejas y el golpe de cerrojos empezabamos un nuevo día, nosotros los nuevos educadores inexpertos, los nuevos flancos de los viejos funcionarios que indefectiblemente nos harian una solapada y estúpida guerra, y asi empezabamos mal dispuestos a contemplar el arduo espectáculo de las miserias, las sombras y la angustia que impera en el encierro.
Al tiempo consegui dejar el módulo superior para luego pasar de ayudante de cocina de un personaje apodado "La Tota", analfabeto, dicho esto sin eufemismos, casi una ficción, hilarante, por momentos inverosímil, una especie de Torrente carcelario.
Me quedan aun frescos, algunos diálogos previsibles con los internos, cervezas tomadas incluso fuera en la ciudad con los que alguna vez me encontre de casualidad disfrutando algún permiso, guiñadas de semi complicidad con los que encontraba en la rambla, avizorando sus intrincadas rehabilitaciónes, y el patético poder lúmpen de los funcionarios añejos.
Una llamada inconciente, o un espásmo de necesaria razón llamo año y medio despues a mi psiquis desencadenando mi retiro voluntario, Walter tardo un poco mas, con otro consabido precio, dejando atras aquel averno juvenil regentado por personajes goyescos.
Hoy vivimos los 2 en España, mantenemos un fructífero y muchas veces jocoso contacto, como 2 ex combatientes de la misma trinchera, incrédulos de aquel pasado, como si hubiera sido una pesadilla de este largo sueño.
Se atisbaba ya hace 15 años, que aquel mundo iba a estallar como hoy lo esta haciendo, por mas mezquindad polítizada, hipocrítas o pueríles intentos de atribuirle el embrollo todo a los deslices de los medios, solo nos queda una sonrisa a modo de mueca, nosotros que hurgamos debajo de la alfombra sin quererlo, conociendo mas nubes y mas mundos que los nuestros, huellas mas profundas que ignoran los miopes y los ilesos

La vendimia del 92

Fue el año de aquella Barcelona que pletórica y orgullosa le mostraba su olimpiada al mundo, era un verano tórrido y no daba tregua el calor, luego de terminar la temporada en un pub hawaino de la costa brava con un colega del mismo decidimos partir hacia la aventura de la vendimia y así fue que abordamos trenes de segunda hacia el sur de Francia, en el Languedoc, tierra de Cátaros, aquellos "bons hommes" que se atrevieron a contradecir los dogmas de una iglesia que al final los quemó.
Girona, Portbou, Montpellier y destino final Beziers, para desde allí coger un autobus hacia un pequeño pueblo pintoresco recostado sobre un río llamado Cessenon sur orb, que olvidaba sus dias plácidos para verse desbordado por un variopinto gentilicio compuesto de moros, gitanos, españoles, algún guiri y estudiantes atraídos como cada año por la vendimia al lugar.
Deambulando por las cavas con nuestro pobre francés conseguimos trabajo en la primer cuadrilla principalmente de moros experientes y rapidos ante nuestra mirada casi atónita, nuestra neófita lentitud y un corte en mi dedo decantó la balanza y el capataz francés de grueso mostacho y cerrado acento nos comunico el final.
Para colmo de males las inundaciones de aquel verano hicieron el resto y debimos dejar la carpa junto al río pasando a dormir apelotonados en el pabellón deportivo junto a moros franceses, algunos españoles y gente que no tenia asignada una casa para vendimiar, pipas de hachís, juegos de baraja y los acordes de una guitarra amenizaban nuestra desgracia temporal.
Nuevamente hacia las cavas quebramos la racha y conseguimos una nueva cuadrilla para trabajar, separado de mi colega, me incorporé a un nuevo lugar, con la suerte de conseguir casa para dormir la cual compartía con 2 amigos polacos muy diferentes uno tranquilo y tímido y el otro su opuesto, un personaje tatuado, lo imaginaba ex presidiario, se aficionaba a beber vodka, reír con sorna y a jugar con el cuchillo entre los dedos cogiendo cada vez mas velocidad ante la mirada casi fastidiosa del otro por la repetida broma.
No duró mucho y en una noche mal conversando en el bar conseguí incorporarme a mi ultima cuadrilla, unos estudiantes de Toulousse que vendimiaban cantando y lanzándose bromas y racimos, irradiando complicidad juvenil y alegría.
Abarrotado el bar central frente a la plaza y la iglesia siempre era el destino final para sopesar la ardua tarea del día y fraternizar, advertido en la barra por mi acento sudamericano fui integrado por un grupo de andaluces que entres sus bromas y bullicio me invitaron al otro día a su casa, ese sábado que iban a preparar caracoles y a escuchar a su Betis, gente pintoresca, si las hay.
Y así fue que llego el final, con la cena despedida ofrecida por el propietario de la vid, en su casa rural con una clásica y sencilla gastronomía francesa regional, los estudiantes, los vinos y una increible variedad de quesos, pusieron colofón al mes y el olvido de las primeras desventuras.
El viejo legado del imperio romano, el cultivo de la vid, imborrable experiencia de la que recuerdo aquel inenarrable dolor de riñones final, el espíritu apacible que emanaba la gente rural, y la conexión con la tierra, esa que nos acostumbramos a olvidar en nuestra ciudad.
No olvidare esa mes en la vendimia, evocando al beber un buen vino que en él esta, la tierra, el sudor, el calor, el amor y toda la templanza bucòlica de la gente del lugar.

Mi nuevo vecino

Con su halo de ermitaño, a paso lento y cadencioso, pasada siempre la hora de merendar como todas las tardes sale mi vecino de su casa a fumarse un porro.
Lo observo esta vez desde el parque, en la plena hora del bullicioso júbilo que liberan los niños después del colegio, en esa misma hora que han muerto las siestas de los parados donde se encuentran con los que vuelven de sus trabajos cansados, portando en sus rostros esa efímera y tenue alegría, con la satisfacción del bíblico deber cumplido y esa tregua fugaz que morirá en un nuevo tedio.
Y a lo lejos mi vecino, con sus ráfagas de humo, absorto y recostado a la baranda con la mirada perdida hacia las espigas en el terraplén que da hacia mi ventana.
Lanzando esporádicas miradas hacia el parque desde donde yo lo veo, sus ojos denotan un hastío perceptible que interrumpe solo con destellos de atención anodina hacia el alborotado y por momentos fatigoso espectáculo de la infancia, desde donde sentado en un banco yo lo observo.
De mediana edad avanzada ya, me lo imagino un afincado huésped temporario proveniente de la gran metrópoli, apegado a una estela de preocupaciones que parece no lograr dejar atrás.
Apura sus caladas y sus bocanadas de humo simulan una locomotora añeja ansiada en detenerse en cualquier estación, cansada del viaje y de los viajeros.
De mirada críptica y ajena, como cansado de realidad y del ajetreo, de las mascaras impersonales y mezquindades de la urbe, no me inspira malas sensaciones, ni su hosca apariencia vislumbra desmesurada malicia, tal vez padezca alguna fresca tragedia , o acaso sera la crisis de esa edad critica del descreimiento y de la frialdad, donde a veces imperan con insignificantes remordimientos nuestras siempre redundantes cárceles del ego.
Parece una metáfora de lugar y de los tiempos sombrios que nos gobiernan, o la expresión máxima de la desidia, o del desencanto acostumbrado del hombre moderno.
Y vuelve como todas las tardes por la bajada de nuestra calle, con su leve ansia de retorno hacia la reclusión del hogar, después de la merienda como cada una de las tardes cuando sale a fumar recostado a la baranda con mirada extraviada hacia las espigas en el terraplén que dan a mi ventana...