miércoles, 19 de septiembre de 2012

Actores de reparto

Soy un simple actor como los demás, en este mar de neurosis estandarizada y adicciones digitales, sumido en los continuos bombardeos de estos tiempos acelerados de consumo y ansiedades cotidianas.
Reconozco que tengo una visión un tanto pesimista del humano, esto no quiere decir no dejar una puerta abierta, ni un posible crédito al prójimo. Pero la desconfianza natural ganada con la edad y la constatación empírica me sugieren no empalagarme con las mieles de la ingenuidad, y entender también que somos eso, simples actores, algunos buenos, muchos regulares y otros malos.
Es indispensable el engaño es verdad, tal vez no hubiéramos sobrevivido sin él, se ve en todo el proceso de crecimiento humano, manipula el bebé y manipula el anciano y ser consciente de este peculiar rasgo y asumirlo me parece lo mas sano.
Actuamos constantemente, es nuestro principal oficio que perfeccionamos con los años concientes de su carácter imprescindible en pos de conservar nuestra imagen y de conseguir nuestros propósitos y beneficios.
Aprendemos a depurar nuestra técnica con los años haciendo gala de un sutil cinismo que suele estar socialmente aceptado, esa tenue hipocresía de la que nunca nos separamos.
Me gusta reconocerlo, son esas cuestiones elementales que nos brinda la edad adulta, reconocer nuestra miseria para así redimir un poco la culpa. Y aunque a todos nos cuesta, siempre denota madurez el aceptarlo sin que signifique ser una persona deleznable.
Es que las mascaras nos hacen humanos, me gusta quien lo asume, quien se abstrae y se burla con fugaz lucidez de su imagen proyectada, esas pequeñas gotas de sinceridad que erosionan nuestras corazas.
Son esos los que nos inducen a los diálogos mas inteligentes y suspicaces que eluden la sensiblería incauta que ignora nuestras flaquezas e imperfecciones.
Actores de mil caras, de mil registros requeridos en infinidad de funciones, en la comedia y en los dramas persiguiendo siempre los aplausos, congelando la gloria y escondiendo los fracasos.
Actores de reparto de esta obra incierta y limitada, donde a veces el absurdo gobierna a la lógica y los necios escriben los guiones tal vez por otros pautados.
Todos con un precio, todos condicionados, presos de las circunstancias, endebles dioses de barro. Con la respuesta estudiada o el gesto simulado que oculta las emociones y gobierna las apariencias de cualquier papel asignado.
Así vivimos, así actuamos y cuando nadie nos ve nuestros secretos encontramos, entre ángeles y demonios, entre el vértigo y el letargo.
Dando paso a la nueva función, expuestos a nuevos focos, futuras ceremonias que dejaran nuevos elogios y rechazos.

jueves, 13 de septiembre de 2012

El papagayo de mi calle

¡Julián!, ¡Julián!, llamaba a su vecino con psiquiátrica insistencia. El sonido de su estruendosa voz nasal reclamaba su presencia en el balcón contiguo para saciar así sus ansias cotidianas de cotilleo. Escena habitual durante todo el verano, diaria alarma matutina que martillaba mi cerebro desde su balcón frente a mi ventana, desatando mis más básicos instintos o los más oscuros deseos.
Sus ojos de lechuza divisaban todos los movimientos de la calle, ávidos de encontrar a cualquier vecino para someterlo a sus breves interrogatorios banales con esa subyacente ilusión por averiguar algo de sus vidas y así recompensar su espíritu de comadreo.
Manuel, Manuel dile hola a la abuelita insistía con aniñados aspavientos, sometiendo al pobre infante a sus desmedidos decibelios, escuchados por todos los vecinos cuando por las tardes le traían a su nieto.
Su odiosa voz era el principal e inexorable incordio veraniego, acentuado por el tronar de alguna moto pasajera o por algún esporádico griterío que los niños emitían al bajar por la calle.
Su vigía constante no daba tregua. Gastaba la mayor parte de su tiempo estival en ese balcón, sometiéndonos a la brutal magnitud de su voz, posiblemente consecuencia de alguna sordera.
Denotaba una especie de ansiedad propia de quien no soporta su propia soledad, o no encuentra una actividad mas fructífera que regar las plantas o entregarse al parloteo.
Es el lado más oscuro de lo que llamamos la idiosincrasia latina, en este caso tan exacerbada que confunde sociabilidad con intromisión en la vida del prójimo, provocando muchas veces mi desmesurado e interior desprecio.
El tenue espíritu gregario de mi edad, cada vez más frió, no soportaba sus continuos y fastidiosos corneteos, al llegar a casa, al salir de ella, leyendo en el ordenador o mirando la tv en el sofá.
Sus voceos inverosímiles, mitigaba muchas veces colocándome aquellos tapones de goma de la fabrica en los oídos, indispensables cuando ya el fastidio que me provocaba escuchar su voz no tenia mas remedio.
En el balcón consumía su tiempo veraniego, hostigando a conversar a cualquier vecino. A veces desde mi habitación contemplaba por entre las cortinas sus ojos apetentes de algún dato personal ajeno, saciando así esa especie de adicción que ninguna medicación podía subsanar, solo silenciada por la reclusión a la que le obligaba el frío invierno.
Manuel, Manuel, dile hola a la abuelita, repetía insistente como una subnormal, y sin recibir respuesta alguna de su abúlico nieto, importunando otra vez aquel apacible sabatino momento.
Los desesperados gritos de su marido no impidieron su caída, una revista del corazón y su cráneo ensangrentado yacían junto a la acera, contemplados por los vecinos que se congregaban estupefactos e incrédulos, salí a la calle sumándome a la muchedumbre.
¡Julián!, ¡Julián!, escuche de nuevo esa voz insistente y frenética, aturdido camine hacia la cocina y coloque el café en el microondas. Era aun temprano, entre la confusión y el sobresalto me mantuve cavilando un momento. Su voz de papagayo no cesaba en mi cabeza mientras recordaba que solo había sido un sueño.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Joan

Fue al poco tiempo de llegar a Blanes, trabajaba en aquel centro de disminuidos psíquicos en el que mi ex jefe y colega Ariel se apresto a ofrecer unos gatitos que recién habían sido paridos.
Accedí gustoso y sin pensarlo, tal vez por esa necesidad inconsciente de quien siempre adoleció de una mascota o quizás por ese intrínseco e imperioso afán de compañía del ser humano, acrecentado aun más por el hecho de recién haber emigrado.
Así que nos abocamos a recogerlo en aquel ciclomotor, en una vieja caja de cartón agujerada permitiendo su respiración y sus nerviosos maullidos insistentes de cría.
Mil aventuras poblaron su existencia, desde aquella tarta de atún devorada, al ser imprudentemente dejada a su merced por nosotros en la mesada de la cocina, hasta aquel increíble rescate de balcón a balcón por un servidor al mejor estilo hombre araña.
Su vocación innata para meterse en problemas era casi un vicio, desde sus reiterados encierros en los garajes del barrio hasta aquel día completo que permaneció en un árbol, motivado seguramente por alguna persecución canina.
Siempre afortunadamente con final feliz, en aquel caso del árbol siendo rescatado por un comerciante de la zona al que supimos recompensar gratificándolo con una botella de cognac Torres 5.
O aquel encierro en un viejo almacén, advertidos al oír sus desesperados maullidos y al ver su cabeza entre porosos espacios de hormigón que tuvimos que ampliar a martillazos para otra nueva liberación.
Entraba y salía de casa constantemente como si fuera una pensión, era el rey de la cuadra, sus ojos bondadosos motivaba siempre la caricia de los vecinos del lugar, a los que se entregaba dócil y placido.
Gris y blanco de pelaje, ojos verdes de tenue oliva, respondía al tintineo del llavero en cualquier ocasión, regalándonos esas cotidianas bienvenidas al terminar nuestras faenas, conociendo también el coche y el ruido de su motor.
Obstinado compañero de paseos por el barrio, siguiéndonos siempre atrás, casi desconociendo su felina condición, recuerdo esas siestas mutuas en el sofá, yo rascando su barbilla y ambos inducidos por esa dulce anestesia de los estupendos documentales de la 2.
Y aquella semana fatídica de su desaparición concluida en una mañana por su tímido maullido que nos despertó, enigma no desvelado que perdura hasta el día de hoy.
Sus peleas, rasguños en la cara, ese rengueo inquietante y alguna que otra internación, manchas del historial de este Peter Pan felino que la vida a veces nos alteró.
Su aguda intuición gatuna siempre ganaba la partida en esa hora que el estomago llama a la acción. Por mas sigilo previo y extrema prudencia al abrir cualquier lata de sardina o atún, nunca podía engañarlo siempre adivinaba mi intención.
Era implacable lo detectaba siempre con antelación, saltando presuroso del sofá sin darme tiempo de quitar de la lata el aceite que lleva en el interior.
Compañero inexorable en la cocina a mis espaldas, impertérrito esperando siempre su recompensa hasta que recibía su ración, ayudante culinario interesado en cualquier ruido u olor.
Agradecido compañero de viaje, en ocasiones demostrando su cariño al entrar por la ventana algún pajarito o un pequeño ratón, obsequios esporádicos que inquietos recibíamos entre nervios e incrédulas risas.
Aun lo recordamos con cariño, como a todas sus lecciones felinas con ese apego desmedido que contrariaba su idiosincrasia o su condición, en este escenario de bípedos mezquinos de intereses y ambición.
Su eterno espíritu jugueton que siempre abandonar le costo, su espacio a los pies de la cama, y esos dolores de cabeza que también nos dio, sus correrías nocturnas y su alma de comensal siempre dispuesto en la mesa del comedor.
Le dejo hoy este homenaje, por todas las alegrías y la compañía que nos brindo, mejor que la de algunos humanos que estos huesos ya un poco gastados alguna vez conoció.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El patrimonio intangible


En algunos lugares más que otros, con matices o sin ellos la degradación cultural de estos últimos tiempos nos ha llevado a la mala interpretación y a la confusión de los conceptos.
Ignoro si es un fenómeno de desgaste natural causado por el vértigo implacable al que cotidianamente estamos expuestos o si por el contrario es en algunos casos sutilmente inducido.
Tal vez sea una mezcla de estos dos factores, o quizás y en algunos casos puntuales  deba darle un crédito exclusivamente  a mi espíritu paranoico, que no declina en sospechar las malas intenciones que procuran mantener en el oscurantismo intelectual a los corderos.
Me reprocho mi avaro interés por la lectura en mis épocas juveniles, aunque si y afortunadamente  he tratado de compensar luego. De todas formas nunca es suficiente y siempre queda mucho por aprender  para los que nunca fuimos unos avezados ratones de biblioteca.
Los beneficios son enormes, siempre cambia algo en uno después de leer una gran obra, enriquecer el lenguaje y por ende el pensamiento, ese patrimonio intangible es el propio tesoro personal ganado en el tiempo.
Elixir neuronal, paraíso imaginativo plagado de escenarios, personajes y todo ese admirable ingenio producto de esas mentes sublimes que nutren nuestro intelecto.
Pero me quiero detener en algo concreto en una constatación personal observada desde hace algún tiempo
Es toda esa apología del lenguaje vulgar, confundida con lo popular que no rehúsa etiquetar peyorativamente a quien así no quiere expresarse catalogándolo como intelectual o hasta incluso como soberbio.
Mantener las formas lingüísticas no impide utilizar el lenguaje domestico en determinados escenarios y con determinadas personas, de hecho admiro la sencillez del habla de los campesinos, tanto así como la simpleza genial de algún peculiar poeta, pero una cosa es eso y otra ser un terrorista de nuestra lengua.
Y es que es así de simple pero también de complejo, el lenguaje condiciona el pensamiento, las palabras son como el oxigeno para el cerebro e indudablemente disponemos de unas de las lenguas mas ricas del planeta con infinidad de términos, y usar uno en vez de otro puede hacer virar nuestro análisis en determinado momento.
En este siglo 21 que disponemos de Alejandría en nuestro hogar, no hay excusas para no expresarse bien, desconocer las palabras leídas no es un pecado, hoy la consulta es automática y no hay ningún motivo que impida nuestro enriquecimiento verbal.
Siempre es de agradecer encontrar personas bien habladas, de ellos se aprende, y no por eso se es un hereje de lo popular, ni se pierde sencillez o naturalidad.
Toda este desorden mental inoculado por algunos engañosos profetas de la capciosa sencillez, ha hecho mucho daño provocando la consabida vergüenza ajena de muchos, al verlos jactanciosos por hacer de lo burdo su bandera.
La grosería no implica ningún merito y su afán de mimetizarse con lo popular solo conduce al empobrecimiento mental que muchas veces desemboca en el pensamiento dicotómico del blanco o negro.
Escribir es también una terapia singular que nos regala el castellano, y todos nos podemos enriquecer al leernos, con algún nuevo peculiar termino que dispara el enfoque no previsto hasta ese momento.
También esta el lenguaje coloquial, sencillo y efectivo, guardando las formas y el respeto en cualquier tertulia de bar, en el supermercado o en el metro.
Y por que no incluso también  las malas palabras si lo amerita una puntual circunstancia o el fragor de un instante colérico, pero de ahí a justificar el lenguaje lumpen  que estrecha el intelecto hay una distancia abismal.  
Son esos mares de vulgaridad que no pretendo navegar, donde no encuentro ningún premio, por mas modas infundidas y acostumbrados improperios, deslices de la lengua que no conducen al encuentro.
Prefiero mantener espontaneidad, sin alejarme de la sencillez del habla y procurar respeto, pero también adquirir nuevas palabras que estimulen lucidez al observar cualquier hecho. 
Por no encontrar la virtud del mal gusto o de comerse alguna ese, no dejo de ser un simple chico de barrio , que procura aumentar ese patrimonio intangible que mejora el pensamiento. Buscar la palabra adecuada, no es una mancha ni es un defecto, por que nada es excluyente si queremos ir creciendo, si me echas una mano espero estar dispuesto.


domingo, 2 de septiembre de 2012

Humor vital

No hay transgresión mejor avenida que el humor, mecanismo de defensa vital para sobrellevar los embistes de la realidad, con todo su solemne artificio plagado de reglas, normas y jerarquías de esta manada obstinada en sus funciones y en sus pantomimas.
El humor a través de sus pausas en el fragor de este combate, nos redime desnudando nuestras contradicciones y flaquezas, atentando siempre a la imagen y subestimando nuestras proezas.
Adoro a los cómicos, los innatos capaces de hacer de una chispa una hoguera, son pocos, no es fácil encontrarlos, sin menospreciar los meros aficionados dispuestos a la búsqueda de esa catarsis hipnótica y siempre placentera.
Tener en cuenta ese ineludible final y la endémica incertidumbre a la que estamos expuestos ayuda como catalizador de este bien preciado y siempre apreciado por diversas culturas y en todas las épocas.
Siempre denota inteligencia. Provocar su efecto deseado requiere de un análisis distinto, de una vuelta más de tuerca, navegar esos ríos, que la razón y nuestras rígidas conciencias nunca secan.
Obstinado en desmantelar nuestro yo enaltecido. Esos egos desmedidos que fabricamos a sabiendas ayudados por nuestros clichés y nuestras apariencias, que nunca pueden impedir sus ansiados intervalos de lúcida irreverencia.
Lo prefiero elaborado, rozando el absurdo o mejor recalando en él, compensando esa balanza más propicia en inclinarse por la lógica y sus preceptos que nos hacen más adustos, aburridos y formales.
En mayor o menor medida todo es proclive a él, a todo se le puede aderezar su sentido o su sin sentido, su particular visión, su complejidad o simpleza, en la tertulia del bar o en cualquier personal empresa.
No ostenta condición o bandera. De carácter universal manifiesta así mejor su riqueza, el sarcasmo, la ironía y el doble sentido pueblan su extensa pradera. A veces con talante anárquico, otras respetando sus propios códigos y sus reglas.
Se ensaña con el fanatismo dogmático, evidencia sus miserias escondidas en sus postulados y en sus desbocadas emociones en cualquier creencia.
Goza de ese armónico desencanto congénito y también adquirido en la evolución personal de esta alocada carrera.
Aliado siempre al ingenio desde el delirio mas histriónico o presente en la mas sutil mueca. Imperioso elixir terapéutico, indispensable legión contra la tristeza.
En estos acelerados tiempos digitales, a veces sombríos, de caras largas, de reinantes depresiones y tontos inducidos a la vieja letanía de la seriedad expuesta, se agradecen sus mensajeros y diligentes servidores en cualquier día o en cualquier época, abocados siempre a alegrar y a olvidar las penas.
Ni la muerte con su más implacable gravedad y sentencia, es tan seria como para no permitir su tenue percepción, ni el recuerdo de las risas gastadas y los mejores momentos que el humor corteja.
Temporalmente ausente en la peor catástrofe o la cruel tragedia, tímido espera a que el tiempo le de su lugar para así hacernos mejor nuestra existencia, ayudando a olvidar los ineludibles azares que nuestras vidas pueblan.
Y siempre burlando esa realidad formal y escueta. Que mejor que reírse de si mismo y de los demás, cavilando en otros mundos, soñando con otras puertas, disfrazando nuestras miserias, regalando a la obsecuente sensatez la visión diferente que ella misma no encuentra.
Ese mismo humor que siempre encuentra sus vetas y que nos recuerda que es mejor un payaso triste que toda esa alegría oficial de las habituales papeletas.

martes, 28 de agosto de 2012

El cerebro y el balon

Cuando la degradación cultural, la crisis educativa y de valores convergen en el orgullo de llevar determinada camiseta y a su vez es motivo de la mas altiva solemnidad con solo espacio para la chanza idiota y peyorativa hacia la camiseta contraria, tenemos un problema individual y por ende social, más propicio para el análisis sociológico o psicológico en su defecto.
La pasión exacerbada por un color es comprensible mas en edades tempranas o juveniles, causando un poco de escozor y vergüenza ajena observarla en adultos maduros jactanciosos de su merito personal y suerte por portar dichos colores.
Por que la evolución personal y el trasmitir valores, no significa mi retiro como aficionado, ni el impedimento del  disfrute del espectáculo deportivo (siempre y cuando lo haya), sino el cabal conocimiento de que no soy mas que nadie por "ser" de esa institución deportiva, ni más osado, ni con mas valor y lo mas importante no cambiare mi realidad, ni conseguiré mi salvación.
Parece evidente pero no lo es, la realidad indica lo contrario, y es que existe un imperante y excesivo fanatismo, que solo induce al pago con la misma moneda, a ignorar, a  la ironía sutil o hasta a veces declarada para que la así la entiendan mejor.
Abducidos por el color ignoran que la violencia física comienza en el lenguaje, que solo miden o revisan ante una esporádica o casual tragedia, tanto dentro como fuera de los campos de juego, parecería que toda esa testosterona futbolera de las redes recién se da cuenta ahí, cuando el cruel destino nos alcanza y nos recuerda frágiles y propensos a fatídicos avatares. Solo ahí recuerdan que las camisetas no pueden vestir su desnudez mental y que hay valores universales que trascienden colores o ideologías.
Según el grado de fanatismo se sufre en menor o mayor medida, es mas que evidente y todas esas proclamas naif que exhiben, se diluyen o inclusive también se obstinan cuando padecen las derrotas, evidenciando una terca incapacidad para leer y aprender de las mismas y lo más grave un escaso sentido del humor que muchas veces desemboca en una profunda tristeza temporal, en ocasiones excesivamente prolongada, según y de acuerdo el nivel de fanatismo que ostenten.
Me gusta el fútbol y el deporte en general, sus virtuosos, y sobre todo practicarlo. Es notorio el bienestar corporal que produce el deporte, con la consabida segregación de endorfinas. Me gusta contemplarlo desde el sofá alienado como cualquier otro mortal, pero siendo conciente que es solo un juego con gladiadores millonarios de extrema o a veces escasa profesionalidad. 
Concientemente alienado lo quiero contemplar, valga la paradoja, pero siempre con espacio para las risas, para las bromas y también por que no acercarme a la objetividad, ese carácter neutro que desconoce el descamisado amigo del improperio o la más burda obviedad.
Siempre huyendo de la idiotez que hace de su color una cuestión existencial, recordando su carácter efímero sin olvidar nunca la realidad, por que para escapar siempre hay cosas que dejan huellas mas profundas, como libros, películas o cualquier mera catarsis o actividad personal.
Para que caer en el fragor de la batalla dialéctica, acéfala e insustancial, de desbocadas emociones primarias, de anodinos argumentos, excesivo culto a la tribuna y de toda esa pobreza mental, para que tropezar con esa piedra, si vergüenza ajena nos da.
Mejor ausentarse, si el fundamentalismo y el humor nunca un abrazo se dan, por que cuando la educación y la cultura de vacaciones se van, crece la avalancha violenta en la montaña de la mediocridad.
La misma que desemboca en la navaja, las botellas rotas y el cántico soez del subnormal, entre tontas apologías, reiterados estereotipos y nula originalidad.
Porque educar las emociones, nutrirnos y ser una mejor sociedad, no esta reñida con la pelota, esa que al final detiene su curso, no como nuestro planeta que nunca para de girar.

jueves, 23 de agosto de 2012

Tonta moralina

Si hay algo previsible, aburrido e infantiloide es la moralina. Superficial, falsa y tontamente pertinaz, induce al aplauso de los inocentes y a la sonrisa del perspicaz.
Rígida y fatua despliega sus automáticas y estériles proclamas, sus tópicos y toda esa verborragia pueril más atenta al slogan que a la profundidad.
Amiga del autoengaño, la moralina tiende a exculparse de las miserias propias, a desconocer la condición humana o a profesar una ingenuidad digna de parvulario.
Detrás de ella siempre se esconde lo que adolece, esas carencias tan propias que todos tenemos y que es mas sano confesar, las mismas ruindades del ego que pocas veces explora, por mera hipocresía, eternos complejos o engañosa humildad.
La obsecuente moralina siempre juega en la liga menor de la moral, obstinada en convencer viaja en las pantallas, dejando una estela de frases hechas y cortos razonamientos, en sus vanos intentos de explicar la complejidad de estos monos acostumbrados a las mascaras. Esas mascaras  que ellos mismos nunca confiesan llevar
Acrecentada siempre en los Mesías de corto alcance se suele manifestar, dispuesta siempre a dar su lección lineal sin ahondar nunca en las grietas de la realidad que pretende explicar, como tampoco siquiera discernir su velocidad, su intrínseca ironía, su absurdo y mordacidad.
Son esas pequeñas mutaciones de Gibran, cambiando el mundo a cada instante, desde lejos irrisorios, acaso su lata de cerca mejor no escuchar.
La moralina los seduce y hasta los logra engañar, proclamándolos puros y excelsos, nunca contaminados por ningún pecado capital.
Esta moralina tan de moda, adepta al fácil aplauso, a la pobre cultura y al cándido mental, desconoce siempre lo que sabe la almohada, todas esas miserias, dudas y miedos que nunca podrá solapar.

viernes, 13 de julio de 2012

El atril y el estrado

La demagogia y todo su aparato seductor para conquistar a la tribuna puede llegar a ser por un momento un espectáculo digno de contemplar siempre y cuando el tedio no se interponga obligándote a incurrir en una actividad mas fructífera o placentera, claro esta.
Ver a toda esa masa persuadida y cautivada por cualquier orador de turno, en un fatuo intento de salvación e identificación personal, es corroborar que la estupidez y necedad humana se resisten a descansar.
Demagogos hay de todas las clases y colores, desde aquellos que exaltan su espíritu pragmático hasta los que proclaman sus pueriles utopías, pero todos con un denominador común, el de encantar a esa muchedumbre ávida de cualquier ilusión o esperanza
Es la escena desde el atril y el estrado, de los gestos cómplices y las mejores apariencias, el tono y las pausas y toda esa retorica orientada a hacernos creer que el mundo en esos instantes nos pertenece.
El viejo escenario humano, de los simios con corbatas o sin ellas, del culto a la imagen del pulcro y también del desalineado, desde los profetas de la obviedad al del pensamiento mas rebuscado, aunados todos en esconder sus culpas, vilezas y desaguisados.
Todos ellos son actores que pueblan este tinglado, las micro expresiones los delatan, pero son imperceptibles a los mas incautos. Sus mentiras no impiden la sonrisa del descreído y también del desconfiado, que se alejan orgullosos de sus hordas de infante  fanatismo, de los repetidos eslóganes y devotos alineados.
Decadentes flautistas de este Hamelin desdibujado, ocupan sus sillones, engordan sus barrigas y contemplan su ganado, convenciendo siempre al ignorante, al ciego y al anestesiado.
Lo que dicen hoy lo desdicen mañana, carroñeros de las circunstancias, oportunistas del momento, no escatiman en sacar leña de cualquier árbol caído en pos de conseguir mas adeptos, y asi van recogiendo para sus molinos y engrandeciendo sus egos por sus espejos deformados.
Y ahí los ves a sus micrófonos pegados, buscando la palabra exacta y el efecto deseado, cumpliendo su primordial función de títere bien remunerado, estrategas de la imagen y la dialectica, tanto el populista como el mas refinado, para comprobarlo solo me basta un momento, prefiero de ellos estar alejado.





martes, 10 de julio de 2012

Elogio del Meco

Le dedique una tarde completa, en ese viaje balsámico familiar, aquel mes de febrero en nuestra última visita a Uruguay.
Amigo entrañable desde la infancia, que debido a una operación en la pierna y algunos tics en la niñez se gano en el barrio el apodo de Muñeco, devenido luego en Meco.
Cándido en el mejor sentido del termino, amante del humor y la tontería absoluta, confidente y noble, su corazón de oro conserva intacto, obstinada condición que no se resigna a perder, salvo por alguna esporadica ráfaga de terquedad que como buena cabra suele tener.
Imposible no quererlo, su bondad innata brilla más que su hermosa locura, tenaz en conservar su cetro, visible siempre en sus ojos azabaches de niño eterno.
Ojos cansados, de las hipocresías y de todas las razones de este tropel que se dice cuerdo, ojos desconfiados y a la vez tiernos ojos ingenuos.
Anclado en esa burbuja que es el pasado, solitario errante, arcángel de su feliz mundo alienante, solo empañado por alguna tristeza puntual o por este presente adulto sin casi espacio para los sueños.
Su espíritu burlesco solo descansa para encender su habitual cigarro, apreciable cualidad de su locura que se ensaña  siempre con la razón, mofándose de sus verdades, de sus mezquinos disfraces y severos gestos.
Comediante histrionico de afán picaresco, oasis al que siempre recurre para escapar de la realidad y el aburrimiento. Parece como si se hubiera dado cuenta de que todo es mentira hace mucho tiempo.
Su talentoso desvarío nunca desdeña un sano consejo, siempre cargado del más puro afecto con ese corazón que resplandece más que este mundo de cínicos, sin que lo nuble el tiempo.
Su sátira mordaz hacia los políticos nace de ese loco nihilismo que conserva, muchas veces mas lúcido que el de los obtusos ideológicos y que el del rebaño ingenuo.
Aquella fue una tarde fructífera, en aquel bar deteriorado y decadente, en aquel barrio desierto, plagado de recuerdos, de deleite del absurdo que huye del destino cruel y de este sombrío tiempo.
Como emigrante conozco que el tiempo pasa deprisa en el vacacionar del pago, en el recreo de los afectos, por eso disfrute cada momento, atrape cada sensación, visualice cada instante mutuo de la infancia vivida y potencie esos bonitos recuerdos. Entre algunas cervezas, cigarros y baldosas rotas, con ese amigo del alma, casi un hermano, Daniel, alias el Meco.





Niña gata

La veo por las tardes al bajar a la cancha de basket, casi siempre a la misma hora, la niña les lleva comida a los gatos que comparten la esquina junto al puticlub en mi barrio.
Me detengo y la observo ensimismada como en una especie de conexion interna con los felinos, parece compartir el dolor de la supervivencia callejera a la que están expuestos y en silencio los rodea distribuyendo las raciones de comida que les suele traer.
Ausente del mundo la sospecho, tiene alrededor de 10 años, es frágil y extraña y mis infructuosos intentos de entablar una conversación banal y amigable, sustentada solo por la devoción mutua hacia los gatos, siempre mueren en sus gélidas respuestas educadas que ostenta.
Abocada a su faena absorta los contempla, tiene algo de ellos, sus ojos tristes y desconfiados apenas me contestan,  mientras esa oculta dulzura prudente de su mirada azul me observa.
Intento no molestarla mas de la cuenta, me gusta ese espíritu ermitaño que con sutileza despliega, parece ya cansada tan pronto de los bípedos extraños y casuales que por allí pasean, de los coches, del mundo y de sus miserias.
Espío apenas unos minutos ese espectáculo de amor sin que se de cuenta, solo por pudor y por que se que le incomoda si es larga mi presencia, pero ella siempre se da cuenta, parece tener esa astucia, ese especial sentido que tienen sus amigos los gatos cuando los acechan.
Y allí como casi todas las tardes la veo al bajar la cuesta,  agachada en la esquina con sus largos y morenos rizos, distribuyendo sus raciones en su vespertina escena de cariño, en la esquina junto al puticlub, los gatos y solo ella, ajena siempre ajena.
Ya nos conocemos, ahora solo la saludo y contemplo sus misterios, sus sigilosos diálogos internos que mantiene con ellos, y ese apego y cariño que les otorga, que por decoro y mero goce contemplativo ya no interrumpo.
Por que hay veces que las palabras sobran y que las palabras mienten, sus taciturnos ojos parecen ya saberlo, tal vez por eso todas las tardes visita a sus compañeros mudos, frente al puticlub en la esquina de mi barrio.

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jueves, 14 de junio de 2012

Perpetua soledad


Mas fortuita que buscada la soledad casi siempre se nos presenta, y es preciso aprender a convivir con ella por que más tarde o mas temprano suele golpear nuestra puerta.
Edén de los ermitaños y misántropos esquivos a la muchedumbres y a las falsas apariencias, adictos a sus placeres y a sus inmensidades eternas, esos seres extraños que por ahí se pasean, cansados de contemplar las barbaries que a nuestra civilización acechan, y nuestras pantomimas acostumbradas de las gastadas comedias.
Amparo ante las malas compañías, innata o adquirida su condición manifiesta, a veces sosiego del vértigo incansable que impone la selva moderna.
Nuestro instinto gregario la combate como su enemiga acérrima, construyendo las ciudades o creando sus banderas, pero ella siempre sobrevive tenaz e implacable a los embistes sociales que nunca la amedrentan, porque también sabe que dentro nuestro se alimenta con frecuencia.
Dispuestas las soledades a escuchar nuestras dudas y nuestras quejas, pidiendo solo a cambio pequeños tributos y efímeras treguas, hasta a veces por las calles caminando nos conversan, siempre ocurrentes y sinceras, no como nuestra sociabilidad correcta.
Amiga de los locos, en el poder siempre se acrecienta, duerme en los pasillos de los hospitales y en la barra de los bares siempre se echa una siesta.
La neurosis de las ciudades la contamina a veces indefensa, plácida en los pueblos pequeños y en la pluma de los poetas que buscan las musas que la acompañan y que a veces la cortejan.
Nunca le agrada que el tedio ocupe su huerta, porque adquiere ese carácter nocivo y desesperado del que huimos a sabiendas que próxima esta la angustia y siempre es mala consejera.
Nuestras viejas soledades que viajaban en cubierta, ahora viajan en aviones, entre teléfonos y pantallas que destellan, en este viaje incierto de esta esfera que cuelga, solos o acompañados, nuestra eterna pregunta,  nuestro gran ancestral dilema.

miércoles, 13 de junio de 2012

La virtud del desencanto

Tan humano como la ilusión que acuna la esperanza es el desencanto. Tenue, intenso, expuesto o escondido recala en nuestras vidas, desde los ojos taciturnos del niño hasta el hablar pausado del anciano.
Nace de los desengaños, de las impúdicas promesas desmedidas hacia los crédulos y los incautos, de todas las quimeras rotas, de contemplar al tropel obstinado y del haz lo que yo digo pero no lo que yo hago. De nuestras inherentes contradicciones y nuestros egos desmesurados que siempre buscan su espejo y no dan el paso al costado, repitiendo los mismos errores que desde las cuevas arrastramos.
Corteja a poetas y escritores oscuros, a perdedores y a borrachos, su halo lúcido advierte a los deslices del optimismo desenfadado, respetado por el que entre el entusiasmo y la cautela camina en este antiguo teatro, buscando la dicha sosegada y el  humilde recato.
Deja huellas y lecciones, no es propicio esconderlo o ningunearlo, es parte de nuestra aventura humana, y de tercos es negarlo, nos hace sagaces y prudentes y la ingenuidad huye al divisarlo.
Camarada  del viajero experiente, del que ha leído y del que con necios ha lidiado, como también del que con abulia habitual explora las muecas de los títeres en este viejo tinglado.
Pernicioso, los poderosos lo ocultan, el político no lo quiere a su lado, amigo de la sutil ironía y del humor pensado, carretera secundaria para el bondadoso y el desorientado.
De mala reputación no se exhibe en vitrinas, la dulce victoria y la gloria lo prefieren anestesiado. Viejo ángel maldito que de cualquier paraíso es expulsado, espera entre sombras en alguna esquina como si fuese un dios pagano. Enseña a la ventura paciencia y a potenciar el disfrute que nos causa el fugaz encanto.

martes, 12 de junio de 2012

Duda eterna


La madre incertimubre las crea, desde la menor hereje de una gran certeza, hasta  la cotidiana, o la filosófica, la duda esta presente a lo largo de nuestras vidas individuales, culturas, pueblos y civilizaciones, en definitiva nos acompaña siempre como especie.
Las tuvo Colon, Darwin, Galileo o Napoleón y para bien o para mal han contribuido a forjar las decisiones de nuestra evolución histórica y nuestros procesos científicos.
Desde las mas jóvenes y tenaces del adolescente, hasta las del anciano amaestradas al llegar al final del trayecto, las dudas se aderezan a la ensalada de la vida, sin ninguna contraindicación, haciendo caso omiso a cualquier dieta.
Se cuelan en nuestras certidumbres y creencias fluctuando sus formas y tamaños muriendo en una nueva temporal evidencia, nunca apartándose con carácter definitivo, porque nosotros somos la pared y ella la hiedra.
Apearse de ella también puede significar menospreciar algún beneficio, tampoco es menester anclarse definitivamente en ella, sin embargo escuchar sus tenues voces o sus desesperados gritos siempre nos altera la conciencia, procurando así con nuevas decisiones extinguirla siempre en vano ya que atañe a nuestras vicisitudes que pueblan nuestras frágiles supervivencias.
Crea conflictos y soluciones, acorrala predicadores y desenmascara falsos profetas, no es amiga del rebaño obstinado en alguna ceguera, permaneciendo siempre dispuesta a jugar sus cartas en esta partida maltrecha.
Se filtra en los detectives y en los doctores, en los sacerdotes y en los puretas, tanto sumida en la razón como en la locura, en las supersticiones y en la ciencia.
Son incansables obreras del gran enigma que es nuestra colmena, ejército de avatares que a las verdades absolutas le presentarán una nueva guerra.

lunes, 11 de junio de 2012

El ingenio chiflado


Me apetece recordarlos, tal vez por que sus comienzos coinciden con la gran depresión del 29 encontrando un paralelismo con los tiempos que vivimos hoy, desde luego desdeñando aspectos políticos y económicos de los cuales soy ignorante, más abocado a refugiarme y explorar los rasgos de la condición humana, en este caso el humor,  necesario bálsamo que los 3 chiflados supieron plasmar magistralmente haciendo gala de un delirio sublime siempre explosivo e hilarante.
Moe, Curly y Shemp de orígenes judíos alternaron con Larry en lo que fue su formación más clásica, aunque después se agrego creo que Joe, si mal no recuerdo su nombre en su etapas finales junto con alguno más, anodinos y con escasa gracia.
En la cima del absurdo era donde más cómodo se situaban, aprendices buscavidas que nunca paraban, entre torpezas, golpes y ese desparpajo al que siempre se encomendaban, avenidos transgresores en este mundo violento, en esta comedia absurda de la realidad, de la cual con ingenio, astucia y su habitual excelencia siempre se burlaban.
De inusual violencia, no escatimaban en golpes, piquetes de ojos, trompadas, explosiones, humo y tartas que siempre volaban.
Atemporales, vanguardistas comediantes de raza, geniales locos cotidianos que impasible a ninguno dejaban, tal vez no hubieron mejores, ni en guiones o libretos, ni en sus expresiones geniales que con aspavientos gestuales siempre desplegaban.
Hoy les rindo tributo por tantas carcajadas gastadas, por tantos momentos vividos, como incondicional fan igual que mi abuela a quien también deleitaban, en esta crisis del 29 moderna de cinismo desmesurado creada por despreciables chiflados deformados,  hoy anhelo aquella sin razón genial de los verdaderos chiflados, Moe, Curly, Larry y Shemp, maestros del humor, del escarnio a la realidad, a los protocolos y a los bailes de la aristocracia.
Aquellos bienaventurados  profetas del humor y del descaro, reyes de la desobediencia maldita,   estrategas punzantes del  sarcasmo hacia nuestras formas y nuestras mascaras.

Pequeño Sherlock


Conocí a Matías realmente en mi segundo viaje, con su camiseta de Escocia y esos ojos levemente rasgados e inmensos se aproximo a darme un beso. Su mirada curiosa me observaba desde el trayecto que recorrimos desde al aeropuerto hasta su casa, respondiendo con su esencial simpatía prudente y contenida, a mis relatos de nuestros anteriores encuentros cibernéticos, cautivados mutuamente por aquel fantástico Trivia Mundo, didáctico entretenimiento al que nos abocábamos.
Mi espíritu de cabra que no claudica con el tiempo supo confiar en las positivas sensaciones que me produjeron nuestro primer encuentro, tal vez sea ese poder inmenso que tiene la simpatía innata de las personas luminosas, tan necesarias en este valle de goces y tormentos, ese poder que aún Matías desconoce y que difcilmente se cambia, por mas mellas de las rutinas diarias y la crueldad de los relojes que nunca descansan.
Nuestra complicidad fue casi siempre espontánea, demasiado merito para nuestra escasa experiencia previa a través de una pantalla, medalla que reservo para él, por ese temperamento particular que sus morenos ojos tiernos delatan.
No necesité muchos días para sumergirme en esa especie de algarabía que su infante espíritu desplegaba, matizado siempre por ese afán detectivesco que nunca se apagaba, como el de un pequeño hurón en un bosque en cualquier hora señalada.
Masculinas aficiones mutuas compartimos entre la playa y su casa, pequeñas competiciones que nos montábamos, entre risas, difusas reglas y mucha trampas.
Su ingenio observador apenas reposa, y sus agudas impresiones siempre motivaban  diálogos de perspicacia, nunca exentos de las bromas que ya a su corta edad intuía como necesarias.
Los libros de aventuras sus noches deleitan, antes de apagar esa luz que siempre le cuesta, a cambio imponía su ineludible condición de dejar la puerta abierta, esos miedos a mundos oscuros tan intrínsecos que solo así apacigua.
Recreado en el espectáculo deportivo como mesurado aficionado, siempre alejado por educación y por precoz convencimiento del acéfalo fanatismo del que por suerte también se burla, supimos disfrutar de eventos con ese regocijo neutro que más de un adulto no atesora.
Siempre ansioso por sugerir alternativas o por elucubrar alguna hipótesis alocada, como  un pequeño Sherlock Holmes que a destajo trabaja, abusador incansable de toda mi confianza, inviable su dosificación en solo un mes, así tuvo que ser rápidamente gastada por la proximidad del nuevo avión que nos esperaba.
Y así transcurrió mi mes, habiendo ganado un nuevo compinche, inteligente, pícaro, inquieto observador, y de una bondad aplicada, como nuestra primera impresión, la misma del aeropuerto, esa que al final tenia razón y no me fallaba.

sábado, 9 de junio de 2012

Canal 17


Todas las tardes después del colegio Julia llega con prisa a la casa de los abuelos, es tan guapa como peculiar y su anhelo vespertino nunca pierde intensidad, más dispuesta a embelesarse en el mundo singular de los dibujos animados que a merendar, se abstrae con sus amigos de la tarde, guateque evasivo, calmante rutina que la hace deleitar.
Sus ojos hermosos se resisten a pestañear por su afán de mirar cada detalle de las aventuras que sus colegas van a sortear, universo cromático y musical, de personajes jactanciosos de la impoluta amistad. Animales que hablan en ese mundo irreal, y frente al canal 17 ella como todas las tardes apegada al sofá.
Animaciones del futuro, más sofisticadas que la que mi infancia supo mostrar, atmósferas trepidantes de ingenio, astucia y felicidad.
Y allí Julia contemplando su predilecto canal, apenas mirando la mesa, donde yace la merienda que todas las tardes a la casa de sus abuelos va a tomar.
Es misteriosa y brillante, se concentra en sus pinturas y es lectora voraz con signos aún  por desvelar, tiene un enérgico carácter que suele a veces manifestar, tronando sus gritos me aturden si le intento cambiar el canal.
Su espíritu creativo parece siempre decantarse mas próximo a la fantasía que la suele cautivar, ese hemisferio que prevalece en los artistas tan necesario en esta vida, más elevado que nos hace sublimar, no exenta de precios que como otros niños al crecer debe pagar, pequeñas reticencias sociales aun por superar.
Yo la espero e intuyo integrando esos seres extraños que nos hacen la vida más original, rompiendo nuestras monotonías sumidas en ese mediocre hastío que nutre la realidad vulgar.
Y allí el canal 17, con sus destellos, su música, cangrejos y esponjas que hablan debajo del mar, inundan la tarde de Julia, su fiel seguidora, esa leal defensora que nunca los va a abandonar.

La provechosa infancia, esa patria de la que todos nos tuvimos que exiliar, en la adultez adusta de mascaras y formas que solemos por costumbre respetar, mientras buscamos nuestro canal 17, ese que hace los días brillar.


viernes, 8 de junio de 2012

Avenida melancolía


Tiene algo la melancolía complejo de descifrar, desde mi ignorancia mas supina intento comprenderla sin abocarme desde luego a las cuestiones psíquicas o meramente científicas, sino desde mi experiencia personal procurando un análisis mas domestico o coloquial, no descartando bucear en su profundidad.
Provocada por el paso del tiempo, las añoranzas, las distancias o el simple atardecer de un cielo rojo crepuscular, siempre aparece en algún momento puntual, acaso nociva si adquiere un estado permanente, siempre beneficiosa en los aspectos creativos y en el gozo temporal.
Se filtra en ella la alegría, desde luego no invadiéndola ni llegándola a conquistar, que con su leve impacto la hace diferente a la tristeza, de la que todos procuramos escapar.
Reina en los aeropuertos, en los pueblos pequeños de montaña y de mar, mas difuminada en ciudades le cede el cetro a la soledad, es amiga de los poetas, compañera de los emigrantes y las canciones la suelen buscar.
En gestos precisos se encuentra, no siempre muy perceptible adopta un carácter discreto, advirtiéndose en los ojos del extravío, y en esporádicos viajes del recuerdo de la dicha y el bienestar, tiempos mejores o idealizados que buscamos a través de ella en vano capturar
Sumirse en ella no es naufragar, sino reflejar los aspectos sensibles de esas emociones que nos recuerdan endebles y toda nuestra ternura que a veces nuestra cultura nos induce a olvidar.
En el insomnio de la noche la solemos encontrar, o en el olor que deja la lluvia cuando comienza a escampar, en infantes melodías de cuna, en la mirada de los ancianos, en el calor de las madres, en las flores del campo, y en los ojos del perro cuando lo solemos acariciar.
Compañera de viaje hasta el final,  no conoce de clases ni religión o moral, en los otoños de la vida se suele obstinar,  no excluyendo ninguna época, cultura o edad.
Asidua en los bares, los trenes y en el ruido del mar, es vieja navegante y peregrina hacia ningún lugar, no desprecio su sutileza, siempre agradezco su sublime compañía discreta, sincera y fugaz.

jueves, 7 de junio de 2012

La mentira domesticada


Si hay algo que nos caracteriza como especie desde nuestros albores hasta hoy es la mentira. Desde nuestros primeros pasos hasta el lecho de nuestro hálito final, nos acompaña en todos sus tonos y variedades en este gran escenario terrenal esperando su turno pacientemente.
A veces mentimos por compasion, mentimos por obligación , por costumbre y en ocasiones por placer. Desde la más piadosa hasta la que más insidia conlleva, la mentira siempre nos acompaña, es pudorosa a ser mal exhibida, y nos impone siempre un buen uso de sus formas. Es reacia a su malgasto permanente y más amiga de raciones comedidas, siempre a sabiendas que avara y sagaz puede llegar lejos en la comedia de la vida. 
Prefiere asentarse entre bambalinas no desdeñando las cámaras y los focos, versátil condición que ha mantenido a lo largo de la historia en las culturas,  las familias,  las naciones y los imperios.
Desde el impaciente llanto del niño, a la astucia exacerbada del psicópata más extremo, la encontramos dispuesta a ofrecernos los múltiples colores de su caleidoscopio.
El engaño la camufla, tanto el propio como el ajeno, siendo el accesorio mas común y acostumbrado que le conocemos, aunque no el único.
Pocas veces la verdad la necesita para sostener sus cimientos, otras se mezclan confundidas con sus glorias y tormentos, así como también la mentira le pide a la verdad un crédito.
Simbióticas cabalgan en nuestros fueros internos, en estas mil caras del primate moderno afanoso siempre de ocultarlas, condición esencial para su ansiada armonía y sosiego.
Continuándo habituados a su presencia hasta en los sueños, tributamos su gloria en las ficciones y en los cuentos, empeñados en conseguir realidades paralelas de este mundo atroz, apelamos a ella por vicio, por necesidad y por sustento.
Como pez en el agua en el lenguaje que proviene del pensamiento, siempre incómoda en nuestros ojos y en nuestros gestos, viaja en trenes y aviones, en nuestras soledades y deseos, pidiendo solo a cambio discreción, permitiéndonos recorrer sus laberintos y explorar sus misterios.

miércoles, 6 de junio de 2012

El orwelliano matiz

Aquella larga temporada en la recepción del hotel me obligaba al necesario deleite de la lectura que mitigaba las horas nocturnas a veces tediosas y detenidas, después de que el repertorio veraniego habitual de los músicos cesaba en el salón central.

Los últimos despreocupados turistas apuraban sus copas en la barra del bar a la hora de cerrar, dando paso a la calma y a esa intrigante quietud que solo en la noche parece reinar.

Y así, aquel verano me mantuve abocado a saldar asignaturas pendientes de autores y novelas, los libros no leídos, las mentes que deje de indagar.
Hoy quería recordar a uno en especial, largamente postergado por mí desde épocas juveniles, cuando descubrí aquel “Animals” de Pink Floyd disco que rendía tributo a aquella sutil denuncia contra el totalitarismo y el uso desmedido del poder que fue “Rebelión en la granja”.

La distopía magistral que supo narrar en 1984 profetizando un mundo no muy distante del que vivimos en la actualidad lo situaron como en un autor de culto, ideal para outsiders, espíritus rebeldes y desencantados en general, casi indispensable para dogmáticos apegados a ideologías, incautos conejillos de indias, y victimas de la manipulación emocional en general, como también para esa masa a conquistar por los interesados flautistas de turno de cualquier lugar.

Es casi imposible permanecer indolente después de leerlo, logrando siempre un efecto disuasorio que acrecienta la sana e irremediable desconfianza hacia el poder, sus vericuetos y todo lo que allí se guisa, algo tan viejo como el hombre mismo, pero tratado por Orwell con una clarividencia peculiar.

Su aguda mirada se encarga de ahondar en la retórica, y mostrarnos los designios que buscan acrecentar el control de sumisos adeptos, procurando mantenerlos siempre con sus miradas fijas en un árbol, pero alejados del bosque que deberían explorar.

Lo presiento necesario en los institutos destinados a jóvenes en sus etapas formativas, para estimular su engranaje racional, sus maquinas de pensar, disminuyendo así sus acentuadas confusiones emocionales siempre propensas a mitificar, aunque tal vez sea una utopía pretender exhibirles las mentiras del doble pensar que Orwell supo muy bien desenmascarar y a pocos pueda convenir o interesar.

En este mundo sombrío actual, de execrable vigilancia de los mercaderes simulando a aquel omnipresente "gran  hermano", donde sus serviles empleados se obstinan  en entretener a lo que queda del alienado rebaño, quizás no esté de más recordarlo, y aunque sea un siglo más pragmático y pagano, se agradece esa lúcida batalla que Orwell libró en pos de reducir la ingenuidad, el fanatismo ciego y contribuir como pocos a el pensamiento crítico e independiente en general.


martes, 5 de junio de 2012

El norte, Rocío y una estrella fugaz

Fue aquel verano del 2004 si mal no recuerdo, que decidimos viajar hacia León a pasar una semana para encontrarnos con la Tia Rocío en la casa familiar de Matueca.
Huyendo de un apremiante calor mediterráneo, y de los destellos de calor africano que lo acentuaban cogimos un tren hacia la estación de Francia, y allí otro que nos sumió en 8 horas de viaje matizadas por las revistas de psicología a las cuales se aficionaba Alejandra y aquel "Up" plagado de armoniosas atmósferas, agradables y prolíficas del siempre genial Peter Gabriel.
Llegando cansados a la ciudad señorial, nos dispusimos a tomar el autobús que nos llevara a Matueca, apacible pueblo solitario de la rivera del rio Torío, poblado por escasos sobrevivientes que como cada verano recibían las visitas de familiares y algun foráneo, apetentes de desconexión del hormigón y el trajín que impone la ciudad.
Allí Rocío recién llegada de Estocolmo, nos aguardaba para iniciar una semana plagada de relax, paseos por el río y de conversaciones con la tía que por momentos solían ser un elixir para el alma y el intelecto.
Médica ya retirada, que nunca expone su condición, por pudor y conocimiento de que una persona nunca es un titulo, ni una profesión. De sutil ironía y cauteloso sarcasmo, ávida de intercambio con cualquier parroquiano casual, aunque más reticente a los compromisos y protocolos mundanos.
De perimidas utopías que poblaron su pasado, de bondades desmedidas y jocosas picardías anunciadas, desarrolla un pensamiento pragmático no muy apto para mezquinos o fanáticos, aunque nunca exento de cualquier alocada idea casual que se le venga a la mente.
Aquellos fueron 7 días intensos aprovechados al máximo, las visitas a León con sus paseos por el barrio "El húmedo", la contemplación del legado Gaudiano en la ciudad y a esa increíble y fastuosa catedral, joya gótica y emblema de la ciudad.
Un coche alquilado nos permitió los otros días recorrer la provincia, las hoces de Vegacervera, y Valporquero un pueblo situado a 1900 mts de altitud, con la despreocupada y torpe broma de un leve toque a la campana de la ermita que anunciaba nuestra presencia en el lugar.
Después las fascinantes cuevas de Valporquero escenario que acogió a diversas películas de ciencia ficción, siendo una de las mas destacadas "Viaje al centro de la tierra" basada en la novela de aquel genial y profético vanguardista que fue Verne. 
Conducidos por un guía local las recorrimos entre las estalagmitas y estalactitas, acompañados por el relato de este erudito geólogo que la tía Rocio osó cuestionar mediante alguna pregunta incómoda poniendo en tela de juicio lo expuesto por él, ante una disimulada, nerviosa e incrédula mueca nuestra, contenida para no transformase en sonrisa. 
Al otro dia bocadillos a la catalana, fruta y zumos preparados a primera hora matinal, fue la antesala del viaje hacia los Picos de Europa en Asturias, casi 600 kms entre ida y vuelta, transcurridos entre montañas, Covadonga y sus lagos, los valles y aquellas diminutas villas perdidas como milagrosas odas de soledad. Y así continuamos deslumbrados por la belleza del norte de España, amenizados por algún esporádico relato, casi siempre ocurrente de Rocío, o sus concernientes cuestiones del árbol genealógico que a veces solía citar. 
La última noche despues de cenar, fuimos hacia el puente de piedra sobre la vía del tren, para contemplar la noche y una estrella fugaz puso el broche final a aquel viaje balsámico, placentero y cargado de vaporosa intensidad que siempre nos apetecerá recordar. 

lunes, 4 de junio de 2012

Cristos digítales

Si hay dos cosas que contaminan estos mares de las redes sociales son las frases hechas y los panfletos, no hace falta ahondar en su busqueda, campean a sus anchas y uno se puede topar a cualquier hora con uno de ellos.

Aliados al pensamiento lineal conforman un tridente vigoroso, armas indispensables que esos pequeños Robespierres de sófa no escatiman en usar, en esas retóricas bienpensantes a modo de alegato que suelen desplegar, pretendiendo así explicar la complejidad intrínseca del ser humano, haciendo gala de una simplicidad casi ominosa y una siempre intachable y excelsa moral.
Cansinos y recogiendo siempre para sus molinos, suelen darla lata , mas educados en las certezas de la credulidad infantil que en los beneficios de las dudas y los cuestionamientos del desencanto, cabalgan como decadentes Quijotes en sus lugares comunes aburriendo al personal.

Dicotómicos, de pensamiento binario rehúsan beber las fuentes del pensamiento abstracto y las bondades de lo ecléctico, igual que un niño rechaza un amargo jarabe que por su bien debe de tomar.

Adoptan un fanatismo pocas veces sútil, y un pudor ostentoso que las ruindades ajenas nunca pueden contaminar, réplicas diminutas de otros profetas, esos mesías de barro que no dudan un ápice en citar.
Y así van explicándonos con sus frases hechas la condición humana, con sus anacronismos, anclados en sus obviedades, con una presunción ilusoria de originalidad, en este complejo siglo donde todo gira a una velocidad sideral.

Desprejuiciados y tolerantes están siempre dispuestos a cambiar el mundo de los demas, el mundo en general, apetentes a destajo de la revolución total, aunque siempre la ajena, no se si la propia en la hora de la verdad.

Van con recato al hablar del precio a pagar, del ruin dinero y del avatar, son esos cristos modernos que a toda hora podemos escuchar, pequeños mártires digitales, guías de luz del teclado, la pantalla y el celular.

sábado, 2 de junio de 2012

Los geriátricos


Templos de desesperación, antesalas del ataúd que espera, cárceles figuradas donde la muerte se pasea, ninguneando sin compasión nuestras glorias inciertas, reinando en los pasillos silenciosa donde siempre paciente espera.

Conocedora de este absurdo, con esa sutil soberbia que le da su fehaciente triunfo ante cualquier noche desierta, mientras nosotros nos apuramos abocados en nuestras faenas.
Luego la vida y otro día comienza, en repetidas rutinas diarias, de blancos uniformes plagados de hastío escatológico, de este negocio que algunos pocos regentan, y en esos rostros nuestros errores, nuestros aciertos y nuestras miserias, que no pueden soslayar aquel destino final que nos iguala y que nos recuerda como frágiles seres de vanidades etéreas, expuestos a los avatares de nuestra condición y existencia.

En las camas los veo, con miradas extraviadas hacia el nubloso pasado que anhelan, señales futuras que a todos nos esperan, nosotros que olvidamos el presente, tanto o mas que nuestra levedad endémica. Y allí los veo, con sus signos acentuados de la personalidad de la vejez expuesta , la impotencia, el desconsuelo y la sin razón de esa agonía prolongada que nuestra cultura sustenta, con humor desesperado y esa gloriosa y catártica insolencia, imprescindible a la hora de que ya todo poco importa y nada se acrecienta.

La loable vocación del personal, a veces extinta por el sistema que los inserta, pilares insufribles de la árdua tarea, mas carne de cañón de esta enajenada selva, de esta civilización enferma.

Todo lo resume el geriátrico, que junto a los hospitales,a veces de lo que mas enseñan, aunque posterguemos sus visitas y escondamos su presencia, destinos casi obligados de nuestra condición incierta, recordarlos no es en vano para recordar nuestros problemas, a veces magnificados, pero que siempre nos apremian, buscando pues el sosiego que nos alivia y nos templa.

Por que al final de los pasillos la muerte siempre paciente espera, con la lección ineludible que a veces olvidamos, nosotros simples mortales, en nuestras eternas guerras, disimulando los miedos y soledades, que nuestra presunción y orgullo no ahuyentan.

La abuela Carola

Díscola, entrañable, inefable, de gran corazón, sarcástica, hábil declarante y mejor comediante, amante incondicional de Bette Davis, Anthony Quinn, Gregory Peck, Paul Newman y toda la edad dorada de Hollywood, devota de cuanta serie y triller policial y de western había en la vuelta, apreciaba el cine épico, confesa simpatizante de Peñarol, consideraba "macaco" al Negro Rada, aborrecía a Hugo de León y tildaba de prostituta a Susana Giménez.
Políticamente incorrecta, ex batllista, pasada luego a lo que hoy se considera "la izquierda", acérrima detractora de Sanguinetti y de alguno más que no recuerdo.
Compartíamos los 3 chiflados casi como una religión, aquellos geniales y vanguardistas comediantes que nos hacían reír a brazo partido.
Era una luchadora infatigable, ávida de vida, cariñosa, simpática y querida por el barrio. Un diminuto sol con genes de cabra que también herede, acostumbraba a imitar los personajes públicos que no eran de su agrado, con un histrionismo hilarante con el único fin de ridiculizarlos. De herencia italiana aún recuerdo su cocina, compañera y cómplice.
Así era mi abuela, me han hecho acordar a las abuelas, tal vez sean los verdaderos sostenes de la familia moderna occidental, pero mas allá de eso, nos han dejado una huella imposible de borrar.



viernes, 1 de junio de 2012

La colonia Berro

Despues de cursos formativos impartidos por psiquiatras, psicólogos y demás profesionales avezados a estudiar la psiquis y las conductas humanas quedamos seleccionados para integrar el nuevo personal de educadores de la colonia Berro.
Tres veces por semana, esperábamos con Walter a las 5 de la mañana la camioneta que nos trasladaría a un universo mas propio del Dante, el de una pintura del Bosco o de la mas oscura novela de Faulkner que el de la realidad misma, esa realidad que nos costaba entender, interpretar o digerir, tal vez y por fortuna, por que eramos sapos de otro pozo.
Y asi viajabamos hasta Suarez a 20 kms de Montevideo, entre personajes grotescos escuchando historias de motines pasados, contadas con el mismo entusiasmo con el que una persona normal relata una novela leída o un viaje realizado, procurando tapar con música aquel lenguaje burdo aunque en vano los gestos simiescos.
Cruzabámos al llegar el porton semi herrumbrado hacia los hogares por el camino de tierra, despuntando el alba, en medio de la nada, los pajáros cantando simulaban una alegoría de la libertad, esa misma que por 12 horas íbamos a perder junto a los presos.
Entres ruidos de rejas y el golpe de cerrojos empezabamos un nuevo día, nosotros los nuevos educadores inexpertos, los nuevos flancos de los viejos funcionarios que indefectiblemente nos harian una solapada y estúpida guerra, y asi empezabamos mal dispuestos a contemplar el arduo espectáculo de las miserias, las sombras y la angustia que impera en el encierro.
Al tiempo consegui dejar el módulo superior para luego pasar de ayudante de cocina de un personaje apodado "La Tota", analfabeto, dicho esto sin eufemismos, casi una ficción, hilarante, por momentos inverosímil, una especie de Torrente carcelario.
Me quedan aun frescos, algunos diálogos previsibles con los internos, cervezas tomadas incluso fuera en la ciudad con los que alguna vez me encontre de casualidad disfrutando algún permiso, guiñadas de semi complicidad con los que encontraba en la rambla, avizorando sus intrincadas rehabilitaciónes, y el patético poder lúmpen de los funcionarios añejos.
Una llamada inconciente, o un espásmo de necesaria razón llamo año y medio despues a mi psiquis desencadenando mi retiro voluntario, Walter tardo un poco mas, con otro consabido precio, dejando atras aquel averno juvenil regentado por personajes goyescos.
Hoy vivimos los 2 en España, mantenemos un fructífero y muchas veces jocoso contacto, como 2 ex combatientes de la misma trinchera, incrédulos de aquel pasado, como si hubiera sido una pesadilla de este largo sueño.
Se atisbaba ya hace 15 años, que aquel mundo iba a estallar como hoy lo esta haciendo, por mas mezquindad polítizada, hipocrítas o pueríles intentos de atribuirle el embrollo todo a los deslices de los medios, solo nos queda una sonrisa a modo de mueca, nosotros que hurgamos debajo de la alfombra sin quererlo, conociendo mas nubes y mas mundos que los nuestros, huellas mas profundas que ignoran los miopes y los ilesos