jueves, 23 de agosto de 2012

Tonta moralina

Si hay algo previsible, aburrido e infantiloide es la moralina. Superficial, falsa y tontamente pertinaz, induce al aplauso de los inocentes y a la sonrisa del perspicaz.
Rígida y fatua despliega sus automáticas y estériles proclamas, sus tópicos y toda esa verborragia pueril más atenta al slogan que a la profundidad.
Amiga del autoengaño, la moralina tiende a exculparse de las miserias propias, a desconocer la condición humana o a profesar una ingenuidad digna de parvulario.
Detrás de ella siempre se esconde lo que adolece, esas carencias tan propias que todos tenemos y que es mas sano confesar, las mismas ruindades del ego que pocas veces explora, por mera hipocresía, eternos complejos o engañosa humildad.
La obsecuente moralina siempre juega en la liga menor de la moral, obstinada en convencer viaja en las pantallas, dejando una estela de frases hechas y cortos razonamientos, en sus vanos intentos de explicar la complejidad de estos monos acostumbrados a las mascaras. Esas mascaras  que ellos mismos nunca confiesan llevar
Acrecentada siempre en los Mesías de corto alcance se suele manifestar, dispuesta siempre a dar su lección lineal sin ahondar nunca en las grietas de la realidad que pretende explicar, como tampoco siquiera discernir su velocidad, su intrínseca ironía, su absurdo y mordacidad.
Son esas pequeñas mutaciones de Gibran, cambiando el mundo a cada instante, desde lejos irrisorios, acaso su lata de cerca mejor no escuchar.
La moralina los seduce y hasta los logra engañar, proclamándolos puros y excelsos, nunca contaminados por ningún pecado capital.
Esta moralina tan de moda, adepta al fácil aplauso, a la pobre cultura y al cándido mental, desconoce siempre lo que sabe la almohada, todas esas miserias, dudas y miedos que nunca podrá solapar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario