miércoles, 5 de septiembre de 2012

El patrimonio intangible


En algunos lugares más que otros, con matices o sin ellos la degradación cultural de estos últimos tiempos nos ha llevado a la mala interpretación y a la confusión de los conceptos.
Ignoro si es un fenómeno de desgaste natural causado por el vértigo implacable al que cotidianamente estamos expuestos o si por el contrario es en algunos casos sutilmente inducido.
Tal vez sea una mezcla de estos dos factores, o quizás y en algunos casos puntuales  deba darle un crédito exclusivamente  a mi espíritu paranoico, que no declina en sospechar las malas intenciones que procuran mantener en el oscurantismo intelectual a los corderos.
Me reprocho mi avaro interés por la lectura en mis épocas juveniles, aunque si y afortunadamente  he tratado de compensar luego. De todas formas nunca es suficiente y siempre queda mucho por aprender  para los que nunca fuimos unos avezados ratones de biblioteca.
Los beneficios son enormes, siempre cambia algo en uno después de leer una gran obra, enriquecer el lenguaje y por ende el pensamiento, ese patrimonio intangible es el propio tesoro personal ganado en el tiempo.
Elixir neuronal, paraíso imaginativo plagado de escenarios, personajes y todo ese admirable ingenio producto de esas mentes sublimes que nutren nuestro intelecto.
Pero me quiero detener en algo concreto en una constatación personal observada desde hace algún tiempo
Es toda esa apología del lenguaje vulgar, confundida con lo popular que no rehúsa etiquetar peyorativamente a quien así no quiere expresarse catalogándolo como intelectual o hasta incluso como soberbio.
Mantener las formas lingüísticas no impide utilizar el lenguaje domestico en determinados escenarios y con determinadas personas, de hecho admiro la sencillez del habla de los campesinos, tanto así como la simpleza genial de algún peculiar poeta, pero una cosa es eso y otra ser un terrorista de nuestra lengua.
Y es que es así de simple pero también de complejo, el lenguaje condiciona el pensamiento, las palabras son como el oxigeno para el cerebro e indudablemente disponemos de unas de las lenguas mas ricas del planeta con infinidad de términos, y usar uno en vez de otro puede hacer virar nuestro análisis en determinado momento.
En este siglo 21 que disponemos de Alejandría en nuestro hogar, no hay excusas para no expresarse bien, desconocer las palabras leídas no es un pecado, hoy la consulta es automática y no hay ningún motivo que impida nuestro enriquecimiento verbal.
Siempre es de agradecer encontrar personas bien habladas, de ellos se aprende, y no por eso se es un hereje de lo popular, ni se pierde sencillez o naturalidad.
Toda este desorden mental inoculado por algunos engañosos profetas de la capciosa sencillez, ha hecho mucho daño provocando la consabida vergüenza ajena de muchos, al verlos jactanciosos por hacer de lo burdo su bandera.
La grosería no implica ningún merito y su afán de mimetizarse con lo popular solo conduce al empobrecimiento mental que muchas veces desemboca en el pensamiento dicotómico del blanco o negro.
Escribir es también una terapia singular que nos regala el castellano, y todos nos podemos enriquecer al leernos, con algún nuevo peculiar termino que dispara el enfoque no previsto hasta ese momento.
También esta el lenguaje coloquial, sencillo y efectivo, guardando las formas y el respeto en cualquier tertulia de bar, en el supermercado o en el metro.
Y por que no incluso también  las malas palabras si lo amerita una puntual circunstancia o el fragor de un instante colérico, pero de ahí a justificar el lenguaje lumpen  que estrecha el intelecto hay una distancia abismal.  
Son esos mares de vulgaridad que no pretendo navegar, donde no encuentro ningún premio, por mas modas infundidas y acostumbrados improperios, deslices de la lengua que no conducen al encuentro.
Prefiero mantener espontaneidad, sin alejarme de la sencillez del habla y procurar respeto, pero también adquirir nuevas palabras que estimulen lucidez al observar cualquier hecho. 
Por no encontrar la virtud del mal gusto o de comerse alguna ese, no dejo de ser un simple chico de barrio , que procura aumentar ese patrimonio intangible que mejora el pensamiento. Buscar la palabra adecuada, no es una mancha ni es un defecto, por que nada es excluyente si queremos ir creciendo, si me echas una mano espero estar dispuesto.


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