El humor a través de sus pausas en el fragor de este combate, nos redime desnudando nuestras contradicciones y flaquezas, atentando siempre a la imagen y subestimando nuestras proezas.
Adoro a los cómicos, los innatos capaces de hacer de una chispa una hoguera, son pocos, no es fácil encontrarlos, sin menospreciar los meros aficionados dispuestos a la búsqueda de esa catarsis hipnótica y siempre placentera.
Tener en cuenta ese ineludible final y la endémica incertidumbre a la que estamos expuestos ayuda como catalizador de este bien preciado y siempre apreciado por diversas culturas y en todas las épocas.
Siempre denota inteligencia. Provocar su efecto deseado requiere de un análisis distinto, de una vuelta más de tuerca, navegar esos ríos, que la razón y nuestras rígidas conciencias nunca secan .
Obstinado en desmantelar nuestro yo enaltecido. Esos egos desmedidos que fabricamos a sabiendas ayudados por nuestros clichés y nuestras apariencias, que nunca pueden impedir sus ansiados intervalos de lúcida irreverencia.
Lo prefiero elaborado, rozando el absurdo o mejor recalando en él, compensando esa balanza más propicia en inclinarse por la lógica y sus preceptos que nos hacen más adustos, aburridos y formales.
En mayor o menor medida todo es proclive a él, a todo se le puede aderezar su sentido o su sin sentido, su particular visión, su complejidad o simpleza, en la tertulia del bar o en cualquier personal empresa.
No ostenta condición o bandera. De carácter universal manifiesta así mejor su riqueza, el sarcasmo, la ironía y el doble sentido pueblan su extensa pradera. A veces con talante anárquico, otras respetando sus propios códigos y sus reglas.
Se ensaña con el fanatismo dogmático, evidencia sus miserias escondidas en sus postulados y en sus desbocadas emociones en cualquier creencia.
Goza de ese armónico desencanto congénito y también adquirido en la evolución personal de esta alocada carrera.
Aliado siempre al ingenio desde el delirio mas histriónico o presente en la mas sutil mueca. Imperioso elixir terapéutico, indispensable legión contra la tristeza.
En estos acelerados tiempos digitales, a veces sombríos, de caras largas, de reinantes depresiones y tontos inducidos a la vieja letanía de la seriedad expuesta, se agradecen sus mensajeros y diligentes servidores en cualquier día o en cualquier época, abocados siempre a alegrar y a olvidar las penas.
Ni la muerte con su más implacable gravedad y sentencia, es tan seria como para no permitir su tenue percepción, ni el recuerdo de las risas gastadas y los mejores momentos que el humor corteja.
Temporalmente ausente en la peor catástrofe o la cruel tragedia, tímido espera a que el tiempo le de su lugar para así hacernos mejor nuestra existencia, ayudando a olvidar los ineludibles azares que nuestras vidas pueblan.
Y siempre burlando esa realidad formal y escueta. Que mejor que reírse de si mismo y de los demás, cavilando en otros mundos, soñando con otras puertas, disfrazando nuestras miserias, regalando a la obsecuente sensatez la visión diferente que ella misma no encuentra.
Ese mismo humor que siempre encuentra sus vetas y que nos recuerda que es mejor un payaso triste que toda esa alegría oficial de las habituales papeletas.
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